El general Óscar Naranjo, quien acaba de tomar la decisión de poner fin a su tramo de policía activo, concedió a EL TIEMPO una completa entrevista en la que hace polémicas propuestas, trascendentales revelaciones e inteligentes análisis, y en las que no oculta la profunda tristeza que lo acompaña por retirarse de la que ha sido, hasta ahora, su vida.
Confiesa que le da miedo el mundo que va a descubrir.... "Me siento como un niño que no conoce el mundo". Y lo dice ciertamente con la ternura y la expectativa de El Principito que entra a un planeta desconocido. "Yo no sé sino ser policía", dice sin siquiera meditar en que, por eso, se convirtió en el símbolo de la honradez, la rectitud, la dignidad y el humanismo en las instituciones. "Yo no sé sino ser policía", repite, sin ocultar cierto miedo a lo desconocido y sin pensar que el país le otorgó el mayor de los afectos y el más sagrado respeto por lo que hizo por la nación. Hoy son entendibles las lágrimas de quienes lo ven partir.
¿Qué siente, general, al mirar hacia atrás?
Me aterra la cantidad de muertes violentas que han ocurrido. Saltamos a niveles de violencia que la historia tendrá que reprocharnos. Nos seguimos matando a pesar de una reducción del 54 por ciento en homicidios, en los últimos 10 años. Anualmente producimos 14 mil muertes violentas. Esa es una tasa que sigue siendo terrible.
¿Cree realizable el sueño de dejarnos de matar?
Hay que tomar decisiones de fondo: prohibir de manera radical el porte de armas. No es posible que cada colombiano que quiera estar armado se acerque al Estado, compre un arma y la pueda portar. No es posible que en Colombia haya un contrabando de armas ilegales tan alto, enmascarado en un mundo de legalidad. Creo que sí es posible tomar decisiones que detengan la muerte. Valorizar la vida es un reto de la sociedad y creo que a veces nos estamos equivocando cuando la voz de los victimarios aparece con más fuerza que la voz de las víctimas. El protagonismo que les hemos otorgado a los victimarios es increíble. Hoy, el presidente Santos promueve la Ley de Víctimas y la reparación. Ese es un cambio fundamental para que haya una nueva Colombia donde las voces de las víctimas se impongan sobre las de los victimarios. La política criminal ha sido ambivalente y contradictoria. Si no hay consistencia y coherencia en esa política, el delincuente no teme a la ley.
¿Por qué dice que ha sido contradictoria?
¿Sabe cuántos códigos penales hemos tenido en los últimos 50 años? ¡Muchos! Y cambian abruptamente de un sistema riguroso a uno laxo, de tolerancia con el delito, y el código se vuelve ley de burlas. Si queremos proteger la vida, hay que sancionar con todo rigor a quien tenga un arma ilegal.
¿Y cómo prohibir radicalmente el porte de armas en todo el territorio?
Ya hay condiciones para que los colombianos se sientan más protegidos por las instituciones y no tengan que recurrir a su defensa personal. Hay una fórmula de transición, que es autorizar la compra de armas legales no para el porte, sino para tenencia dentro de los domicilios. La gente necesita defenderse de la agresión de los delincuentes, pero esa arma debe estar dentro de las casas para defender sus vidas y sus propiedades. Es imperativa una norma para prohibir el porte de armas al cinto, de manera general.
No es prohibir la posesión de armas, sino el porte...
Sí. En todos los sitios públicos.
¿Es posible hacer eso?
Sí. Ya hay una especie de consenso sobre eso entre los mandatarios locales, que son los jefes de policía. Los países que no han logrado el desarme en el porte, son países donde la violencia está creciendo. Es el caso de Estados Unidos, donde la tasa de homicidios se está cuadruplicando. Colombia ha vivido de esa doctrina de que el arma hace parte de un legítimo derecho a la defensa. Sí, pero no en la calle ni en sitios públicos.
Ha dicho muchas veces que el narcotráfico es una de las causas de la violencia. ¿Es partidario de despenalizar o regularizar las drogas?
Celebro que Colombia hoy promueva un debate sobre las drogas sin presiones de narcotraficantes. Colombia puede opinar, puede debatir el tema porque tiene autoridad moral y múltiples razones para hacerlo. El presidente Santos tiene el liderazgo continental y global para promover el debate. Hay que hacer un alto en el camino: ¿Qué más podemos hacer contra el consumo y el tráfico de drogas? ¿Qué hacemos mal? ¿Qué podemos hacer mejor? Creo, además, que no se debe ir a un debate sobre drogas con conclusiones preconcebidas.
Es decir, no debatir para imponer...
Sí. Hablar de legalización o despenalización o descriminalización de las drogas debería ser el resultado del debate, y no la puerta de entrada a la discusión, porque ese debate necesita información más sólida y consistente. Como lo ha planteado el Presidente: ¿qué hacemos con las víctimas del narcotráfico? Lo que justifica el debate son las víctimas, desde el consumidor hasta los muertos de la violencia del narcotráfico.
¿Pero usted apoya el debate?
Soy amigo de promover un debate que explore vías alternativas, nuevos procedimientos, nuevas políticas alrededor de la prevención y la represión de las drogas. Y soy amigo de hablar con toda franqueza alrededor de cada una de las drogas, porque también aquí hay una equivocación cuando se comparan las drogas frente a la prohibición del alcohol en el siglo pasado. Ahí el fenómeno se asentaba en un único producto que se llamaba alcohol. Aquí estamos hablando de por lo menos 480 sustancias que, según el último reporte, se están consumiendo en las calles del mundo. Y hay otro tema: sustancias que son blandas, como la marihuana; muy duras, como los ácidos que matan y producen adicciones irreparables, y drogas como la cocaína y la heroína, que están en ese mundo intermedio, produciendo muchos daños en la salud de las personas adictas.
¿Habla de que se requieren políticas diferentes según la droga?
Es necesario primero decirnos la verdad, porque la información alrededor de las drogas es difusa, inconsistente.
¿Decirnos la verdad, como afirma, es admitir que la represión fracasó?
Una sociedad no puede quedarse impávida cuando los ciudadanos demandan un producto que los está matando. Eso sería tremendamente irresponsable . En el otro extremo están productos como la marihuana, donde científicamente se demuestra que es mucho menos nociva, letal y adictiva que otros productos. Habrá que plantear un proceso de regularización de la marihuana.
¿Qué llama regularización de la marihuana?
Que el Estado ponga las condiciones para ese consumo.
¿Para permitirlo?
Sí, pero controlado. Eso ya se está dando en el mundo.
¿Eso no disparará el consumo de marihuana?
Ese es un peligro. Además, puede disparar los consumos de otros productos duros. El gran peligro aquí es que el alcohol y la marihuana son el punto de entrada al consumo de drogas duras. Ahí es donde la sociedad tiene que hacer algo. ¿Qué hacer? ¿Permitirnos cierta libertad y licencia? ¿Cerrar los ojos o abrir los ojos? Por supuesto, si se permite ese consumo, se va a dar en unos términos y condiciones restrictivas, controladas y regularizadas.
¿Prohibiciones o regularizaciones como cuáles?
Los consumidores de marihuana deberían ser objeto de un tratamiento especial del Estado, y tener registros de consumidores de marihuana, prohibiciones para que menores de edad consuman marihuana. Yo suelo poner un ejemplo que hoy salta a la vista con el escándalo del llamado servicio secreto del presidente Obama. El mundo ha resuelto de manera muy inteligente problemas que ha arrastrado la historia de la humanidad, como la prostitución. ¿Qué hizo el mundo con la prostitución? En unos momentos llegó a fusilar a las prostitutas. En otros, fusiló a las personas que iban a los servicios de la prostituta; en otros, la declaró ilegal y la penalizó. ¿Y qué ha pasado con esa realidad? El mundo tomó tres decisiones muy inteligentes: primero, la prostitución no es ilegal, lo que es ilegal es ejercer la prostitución en sitio abierto al público. Segundo, está prohibido explotar a las prostitutas y la figura del proxeneta es ilegal. Y, tercero, nadie puede promover la prostitución pública. Imagino con el mundo de la marihuana eso: que quien quiera consumirla lo haga en su casa y no en sitios públicos.
¿En qué otras regularizaciones se debería pensar?
Que nadie pueda promover el uso de la marihuana, que no se propague y que no lo puedan hacer los menores. Es una decisión individual de los ciudadanos, en función de una información que el Estado tiene que dar sobre si ese producto hace daño o no.
Si su idea fuera aceptada, ¿qué se consigue?
Que dejemos de criminalizar al consumidor, porque está siendo doblemente victima. Por una parte, del consumo en sí, y por la otra, de un tratamiento penal. Además, se liberarían fuerzas estatales para que nos centremos en la persecución de las organizaciones y no del consumidor.
¿Qué beneficio tendría permitir el uso de la marihuana?
Hay beneficios, porque el consumidor de hoy sufre el riesgo de involucrarse en un mundo delictivo clandestino para poder consumir, y ese mundo es el que genera la violencia y tiene entornos de altísimo riesgo.
¿Y con drogas distintas a la marihuana?
No. Hay que perseguirlas. Ahí sí prohibición absoluta, porque está probado que esas drogas producen daños letales y nocivos.
Captura del hermano fue una trampa de un cartel
¿Su momento más amargo en la policía ocurrió cuando fue detenido su hermano?
Yo puse a disposición del Gobierno mi retiro en ese momento. Recibí un apoyo que valoraré de por vida del presidente Uribe, quien me mantuvo en el cargo.
¿Ya está libre?
Sí. Purgó dos años de pena. Regresó hace más de 3 años. Es un joven de 34 años.
¿Lo ha visto?
Claro. Vive en casa con mis padres, trabaja y está incorporado. Está totalmente arrepentido y es totalmente amoroso.
¿Cómo cayó en eso?
De manera insensata. Y cuando pase el tiempo, yo me daré el lujo de probar cómo mi hermano terminó en las garras del narcotráfico después de una operación premeditada de narcotraficantes colombianos.
¿Contra usted?
Sí. Cuando mi hermano toma una decisión, que hoy él asume como totalmente irresponsable, de acompañar a un individuo que él sabía que iba a llevar una droga a Alemania, con la primera persona que se sienta a entregar esa droga es con un policía encubierto. Era una trampa puesta por los mafiosos, para que eso sucediera así. Más allá de si es trampa o no, eso nunca debió hacerlo mi hermano. Lo reconoce así. Fue una infame operación mafiosa.
¿Se descubrió de dónde vino la trampa?
Sí. Lo revelaré tan pronto cese mi cargo, para que no parezca una causa personal, como Director General.
¿Fue un capo, un grupo o un cartel?
Las estructuras del norte del Valle. Todos esos delincuentes están en la cárcel.
¿El cartel del norte del Valle reconoció eso?
Sí. Hay testimonios y narcotraficantes extraditados que lo acreditaron.
¿Habló alguna vez con ellos?
Con uno que participó en la operación que la develó. Capturamos un individuo que era extraditable y dijo: "Mi General, yo le voy a dar esta información para que me ayude con beneficios en Estados Unidos, porque quiero colaborar con la justicia". Me contó todo.
¿Usted investigó y descubrió todo?
Así es.
'El gran reto de mi sucesor es la minería ilegal'
¿Cuál será el gran reto de su sucesor?
La minería ilegal. La economía criminal en el país se transformó. Ya no está basada en el narcotráfico y el secuestro; está transitando a financiarse con la minería ilegal. Se han reducido los campos sembrados con coca, bajó su productividad, y se han rebajado los secuestros. Ahora, se recurre a la minería ilegal, que genera corrupción, violencia, prostitución, devastación...
¿Dónde está la minería ilegal?
Hay siete focos: Antioquia, Córdoba, Tolima, Valle del Cauca. ¿Que pasó ahí? Colombia venía de tener mineras a través de concesiones legítimas y que convivían con mineros artesanales, que eran una especie de productores residuales de esas minas. En la medida en que el narcotráfico empezó a caer, los propios narcotraficantes empezaron a inyectarles a esos mineros informales instrumentos, dragas y retroexcavadoras para hacer explotaciones a cielo abierto en minas de oro. Alrededor de esas minas giran grandes comunidades.
¿Quiénes están detrás?
Buena parte de los antiguos paramilitares. Recuerde que tenían un bloque llamado 'Bloque Minero', que manejaba 'Cuco Vanoy'.
¿Por qué es el principal reto?
En el pasado, cuando un campesino iba a sembrar un arbusto de coca, era consciente de que el producto final era ilegal. Hoy, cuando voy a operaciones contra minería ilegal y hablo con los mineros que están allá, me dicen: "Por qué nos persigue si estamos produciendo oro, que es un producto legal?" No solo Colombia es víctima. Ese fenómeno se está dando en Suramérica de manera fuerte. Debemos tener una política integral contra la minería ilegal, que signifique medidas administrativas de control, pero también medidas penales para sancionar drásticamente esa modalidad y facilitar la incautación de la maquinaria. Hemos decomisado más de 450 retroexcavadoras. Qué bueno que cada alcalde tuviera una de estas para hacer pequeñas obras.
¿Por qué no lo hacemos?
Porque no hay ley, no hay proceso de extinción. Necesitamos poner esa maquinaria al servicio, por ejemplo, de la ola invernal . En Zaragoza, en el Valle del Cauca, hay una mina ilegal con alrededor de 3.000 personas. La hemos cerrado en 4 oportunidades y reaparece. El problema social es enorme.
Las amenazas
"Las policías en el mundo estamos amenazadas por cuatro monstruos: ineficiencia, brutalidad policial, insolidaridad y corrupción. Todos los hemos combatido. Hoy, la estructura de penetración de la corrupción, es mínima. Ya, por ejemplo, para un narcotraficante, estar en Colombia no da tranquilidad, lo cual no significa que no falte mucho por hacer. Yo veo, por ejemplo, en las bandas criminales un elemento perturbador de la integridad de la Policía, por el riesgo de cierta connivencia de policías que están muy expuestos y son vulnerables en áreas rurales".
Su futuro
Las lágrimas y los miedos del General
Hemos hablado de su presente y su pasado. ¿Y su futuro?
Termina un ciclo. Me creo una persona joven, con energía. No estoy aspirando a la política, he recibido todos los honores que una sociedad y el Estado pueden darle a un funcionario. Tampoco estoy aspirando a ser diplomático, lo que sí puedo es declararme disponible para que mi experiencia se pueda usar en el mundo de la academia, o en el de organismos multilaterales.
¿Aquí o en el exterior?
Quisiera, por respeto a mi sucesor y para rescatar completamente a mi familia, irme unos días de Colombia.
¿Qué siente en esta despedida?
Enorme satisfacción de ver cómo el país ha cambiado. He tenido la feliz coincidencia de que mis 36 años de policía han correspondido a 36 años de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Hoy el país es muy distinto.
¿Ya siente nostalgia?
Me da tristeza cada vez que veo un policía en la calle, porque lo veo muy cercano a mí. Sé que ellos me quieren y en todos los idiomas me han pedido que me quede. No quiero que ellos interpreten que los estoy defraudando... Tengo algunos miedos... No sé sino ser policía. En 36 años que llevo en la institución, no me he dejado de afeitar un solo día. El miedo me da, porque voy a descubrir un mundo que no conozco... No sé lo que es quedarme en la casa durmiendo o escuchando música. O sentarme una tarde a leer, o leer a las 5 de la tarde... No conozco ese mundo, no sé qué tanto iré a estorbar por ahí... Mi familia es mi punto inicial de apoyo. Mis hijas me van a conocer más, y yo las voy a conocer más a ellas. Pero también me da pena con mi familia sentir que soy como un niño aprendiendo cosas a estas alturas de la vida... Ese es mi miedo. Y perdóneme, Yamid, mis ojos humedecidos en este momento.... Es que yo no sé sino ser policía.