'Las mujeres son indispensables en los diálogos': Jody Williams
La Nobel de paz dice que las mujeres han estado relegadas cuando se negocia la paz.
Incluir a una mujer en el equipo negociador de paz, extender el diálogo a la indispensable atención de las necesidades básicas del pueblo colombiano y aceptar que "si no aprendemos a resolver el conflicto sin guerra, el panorama es desolador" son tres puntos esenciales en lo que plantea en esta entrevista Jody Williams, la premio Nobel de Paz (1997), reconocida por su lucha contra las minas antipersonales.
Williams, promotora del acuerdo de Ottawa que prohibió esas minas en el mundo entero, nació en Vermont (EE.UU.) en 1950.
Según Williams, "no es difícil alcanzar la paz", si bien no es algo mágico y requiere trabajo. "Sé que los colombianos apoyan el esfuerzo de paz del presidente Santos. Pero sé también que tienen preocupaciones sobre las posibilidades reales".
¿Cuáles cree que son las principales dificultades del proceso?
Tras 50 años de guerra, nadie confía en nadie. El Gobierno no confía en las Farc y viceversa. La sociedad civil no confía en las Farc, y no sé qué tanto confíe en el Gobierno. Hay fuerzas paramilitares y de derecha que no quieren la paz y también existe el narcotráfico. Es complejo. Pero, si fuera colombiana, sería optimista ante la posibilidad de paz real. El acompañamiento internacional es una gran muestra de apoyo.
¿Cuáles son las dificultades que prevé para construir una verdadera paz?
No es solo pensar en el fin del conflicto armado, sino en las necesidades de la gente, las mujeres y los niños, en educación, en todo lo que mencionó Santos en su reciente discurso. Hay que cumplir la palabra.
¿Usted cree que hay sectores del país que quieren más guerra?
Hay frentes de las Farc que no desean el fin de la guerra. Infortunadamente, se puede hacer mucho dinero en ella. En mi país -el que más gasta en el tema militar en el mundo- hay gran interés en el conflicto, porque tenemos un gigantesco complejo industrial militar que gana millones de dólares. ¡Y no se gana tanto dinero con la paz! Pensar en el desarme es difícil. Solo se piensa en desarmar a la guerrilla. Hay que pensar en reintegrarla a la sociedad y abordar las causas-raíz del problema: inequidad y falta de justicia.
¿Cómo se reintegra a la guerrilla?
Hay que atender las necesidades básicas del pueblo. Educar a los niños, llevar servicios públicos a zonas rurales, ofrecer trabajo y proporcionar medios para dignificarlo; que las familias puedan ser autosostenibles y miembros dignos de la sociedad. Además, el Gobierno debe tener coraje para darle cabida a la oposición política, permitir las protestas y una democracia vibrante.
¿Qué recomendación haría para la negociación ?
Si las negociaciones siguen, Colombia debe pensar en una comisión de la verdad y la reconciliación como la del arzobispo Desmond Tutu en Sudáfrica. Es importante hablar no solo de las violaciones cometidas por la guerrilla, sino también por las fuerzas del Gobierno. Debe existir un foro donde las víctimas puedan hablar sobre lo que les sucedió y puedan recibir restitución y apoyo del Gobierno.
Usted es líder de la filosofía de la no violencia. ¿La no violencia es no actuar?
No. No significa la no acción. Mi primera protesta fue en contra de EE. UU. en la guerra de Vietnam. Entre 1981 y 1992 intenté ponerle fin al apoyo militar de EE. UU. en Centroamérica y actué contra la intervención de EE.UU. en Nicaragua. Me opongo a la intervención norteamericana en otros países. Si los humanos no aprendemos a resolver conflictos sin guerra, el futuro de la humanidad será desolador. Muchas personas piensan que la no violencia significa ser dócil. Gan-dhi, por ejemplo, no era un pelele. Logró que los indios se unieran y sacaran al imperio inglés. Martin Luther King, sin violencia, ayudó y se opuso al racismo, que aún existe. Recuerdo a mi hermana laureada Aung San Suu Kyl (figura emblemática de la oposición birmana que fue premio Nobel de Paz en 1991): estuvo muchos años en prisión, pero a través de su fortaleza de la no violencia, logró cambios significativos en su país. No será de un día para otro. Esto toma generaciones.
¿Es decir, lo más complicado que enfrentamos es empezar el proceso?
Sí.
Usted ha sido abanderada mundial contra las minas antipersonales. Colombia es escenario de estas. ¿Qué hacer para desterrarlas?
Nuestras iniciativas para prohibir el uso de esas minas han sido significativas. Hay 160 países que firmaron el tratado para prohibirlas. Eso fue posible debido, por ejemplo, a la importancia del apoyo de personalidades como Juanes. Creo que hemos cambiado el mundo en el tema de las minas antipersonales.
¿Por qué su país es uno de los pocos del mundo que no ha firmado el Tratado de Ottawa?
Hay muchas razones. Una es porque al ejército de mi país o a mi gobierno no le gusta que una activista como yo, o la sociedad civil, les diga que el uso de un arma es ilegal y no la pueden utilizar. Otra razón es la arrogancia que tienen. Otra es que a mi país le gusta que los demás países firmen tratados, porque así los controlan, pero Estados Unidos no quiere ser restringido con tratados porque quiere seguir desplegando su poderío militar en el mundo.
A propósito de Juanes, El TIEMPO encargó a Juanes de la dirección por un día, este domingo, en una campaña en favor de la reconciliación. ¿Qué opina?
Conocí a Juanes hace unos años en una conferencia contra las minas antipersonales, y me sorprendió su compromiso incondicional con la paz y la reconciliación en Colombia. Me da gusto apoyar sus esfuerzos y apoyar a la sociedad civil colombiana para buscar la paz, porque no merece otros 50 años de guerra.
¿Cómo hacer para que la mujer sea la gran fuerza de la paz?
De hecho, es una de las razones por las cuales la Iniciativa de Mujeres Laureadas con el Nobel de Paz, que presido, comenzó una campaña para luchar contra la violación y el abuso de género. Para ser honesta, diré que uno de los problemas del mundo es el sexismo. El mundo es patriarcal y no se ve a las mujeres como seres iguales a los hombres. Por eso, las voces de ellas no están en las mesas de negociaciones. Con frecuencia, los hombres, los combatientes, son los que se sientan en la mesa y tratan de ver cómo pueden mantener su poder sin armas. Las mujeres quieren un puesto en esa mesa porque la paz es mucho más que deponer las armas. Siempre se les dice que se preocuparán de los asuntos de las mujeres después. Eso me enfurece porque no sé qué es "un asunto de mujeres". Es ridículo. Son las mujeres y los niños quienes mueren por las armas. Ellas están cansadas de que siempre les digan "más tarde, más tarde". ¡Las mujeres quieren ser parte del proceso ahora!
¿En todas partes donde ha habido procesos de paz participó la mujer?
Vea el documental de Abigail Disney, sobrina de Walt Disney, sobre el proceso de paz en Liberia. El eje principal es el trabajo de Leymah Gbowee (activista africana que organizó el movimiento de paz que puso fin a la segunda guerra civil liberiana en 2003), una de las tres mujeres laureadas con el Nobel de Paz el año pasado. Es muy interesante analizar cómo las mujeres de Liberia intervinieron para que funcionara el proceso de paz en su país. Dos de mis amigos que ganaron Nobel, el arzobispo Tutu y el Dalai Lama, dijeron que los hombres han generado un desastre en el mundo entero y que es hora de entregarles de nuevo el mundo a las mujeres para que lo enderecen.
¿Le puedo preguntar si el hecho de que usted haya sido violada, como tantas mujeres en nuestro país, le da más autoridad para pedir la presencia de la mujer en la negociación?
El asalto sexual del que fui víctima fue hecho por los miembros del Escuadrón de la Muerte, en El Salvador, que ayudó a conformar mi país, y algunos que querían amedrentarme. Eso me enfureció más e incluso aumentó mi compromiso con tratar de ponerle fin a la violencia y buscar la paz. No hablé del tema durante muchos años, pero me di cuenta de que otras mujeres han sufrido la misma violencia sexual. Ellas no hicieron nada malo. El problema es de aquellos que perpetraron el ataque. Me impacta mucho ver cómo las mujeres se rehúsan a que las rotulen como víctimas en los conflictos. Conozco a muchas mujeres que han sufrido la guerra y dicen: "No soy víctima sino sobreviviente". Voy a trabajar para que otras mujeres no sufran lo que yo sufrí. Cualquier idiota puede tomar un arma y matar. Pero se necesita mucho coraje para defender las ideas que uno sostiene, luchar para el cambio no violento y buscar un mundo mejor para todos.
En la comisión de negociación de la paz no fue incluida ninguna mujer...
Felicitaciones para las Farc, que incluyeron una mujer. El Presidente debería tener por lo menos dos. Este es otro ejemplo de no contar con lo que se necesita para alcanzar una paz sostenible. Más de la mitad de la población de Colombia son mujeres. ¡Por Dios! Espero que cambie la comisión, aunque creo que no lo hará. Si hubiera reconocido esa necesidad, las habría incluido.
¿Cuál debería ser el pensamiento primordial de la población en el proceso?
Lo más importante es no hacerles daño a los demás. No debemos amar a todo el mundo. La idea de humanidad es hermosa, pero la gente no es tan bella. Pero creo firmemente en no hacerles daño a otros. Si me dejan vivir como a mí me gusta, yo los dejo vivir como ellos quieren. Si no me hacen daño, me siento contenta.
¿Será posible para Colombia cambiar el mundo en el que vive?
Claro que sí. Creo profundamente en la posibilidad del cambio positivo. Sé que cuando la sociedad civil trabaja con el Gobierno para cambiar lo que quieren, pueden cambiar el mundo. ¡Hay que actuar, actuar, actuar! Las palabras no hacen nada, solo la acción cambia el mundo.
El arte, clave para el cambio
"Con los años me he convencido de la importancia de todas las expresiones culturales para generar un cambio. La música y el arte son claves para ayudar a que la gente piense diferente. Si queremos una paz sostenible, las expresiones culturales deben apoyar la creencia de que es posible. Por ello, valoro lo que hacen Juanes y otros artistas".
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO