Hablé varias horas con el vicepresidente de la República, el general (r) Óscar Naranjo, para realizar esta entrevista. Cuando revisé su transcripción para reducirla al espacio asignado por EL TIEMPO, y la repasé luego para escribir su presentación, tuve varias impresiones que podrían indicar, en un breve resumen, lo que quiere mostrar ante la opinión pública el general Naranjo, sin duda uno de los líderes nacionales con mayor favorabilidad y prestigio del país.
Sus críticas a
ciertas formas de oposición que él mismo llama "política perversa", su
"aterradora" sorpresa ante la "vanidad y el personalismo" de la política
partidista, su dolor por el abandono del campo y del campesinado. Sus
temores ante el riesgo de perder la defensa de la institucionalidad.
El
vicepresidente transmite en la entrevista el mismo hastío que, según
él, se advierte en la población de las regiones, por las discusiones de
mecánica política electoral, cuando "son otras las grandes
preocupaciones de la nación". Además, releyendo la entrevista, no cabe
duda de que sus pensamientos son toda una concepción ideológica y
pragmática que podría conducir a la opinión pública a considerarlo
seriamente para el cuatrienio 2018- 2022, como opción presidencial, así él niegue con absoluta energía que esa sea una posibilidad futura. El diálogo se inicia con la entrega de armas de las Farc.
"Cuando
las Farc entregaron las armas, lo que era un sueño se hizo realidad.
Recordé a los 260.000 muertos que dejó el conflicto durante 53 años, en 8
millones de víctimas de la guerra, y me repetía: ¡siquiera terminó esta
tragedia! El 27 de junio de 2017, nuestra historia se partió en dos. Es
una historia llena de muerte y de dolor que quedó atrás. Ahora comienza
una historia llena de esperanza".
Por qué, por lo menos en Bogotá, la población no ha recibido en su dimensión lo que significa la entrega de armas y la desaparición de las Farc como guerrilla?
Creo
que los años de la negociación fueron marcando un desescalamiento
fuerte del conflicto y hubo una disminución aceleradísima de la
violencia; tanto que antes de la firma del acuerdo en noviembre del año
pasado ya registrábamos la tasa más baja de los últimos 37 años en
homicidios, y ahora registramos la tasa más baja en 40 años. El
secuestro, que a finales de los años 90 llegó a ser de 3.800 personas,
se fue desvaneciendo; es que los colombianos urbanos sienten hace varios
años que el conflicto armado era un problema entre soldados, policías y
guerrilleros en la profundidad de la selva, y realmente las muertes no
llegaron a sentirlas. Les he dicho a algunos líderes muy críticos de
este proceso que mientras fui director de la Policía me asesinaban un
policía cada 36 horas, y a esos líderes que hoy reclaman con tanta rabia
por tener un acuerdo, yo, francamente, no los vi acompañándome en las
exequias de mis policías en esos años de guerra que ya pasaron.
¿Por qué cree usted que reclaman esos líderes contra el acuerdo?
Dicen
que ese acuerdo es imperfecto y que no significa la paz. A ellos, yo lo
que les digo es: ¿dónde estaban cuando se producían al año 350 policías
asesinados? Dónde estaban ellos cuando en el año 2016, por ejemplo, se
producían 1.300 víctimas fatales por minas antipersona. Honestamente, no
entiendo por qué la rabia.
¿Usted a quién o quiénes se refiere concretamente?
A
todos los voceros que han exacerbado, confundido y desinformado al país
alrededor del tema de lo que significa poner fin al conflicto con las
Farc.
"En otros escenarios ha dicho que soy el candidato de Pablo Escobar"
En su opinión, ¿el Centro Democrático, que es partido de oposición, desinforma?
Tengo
que decir que no solamente desinforma, sino que en algunos casos, y me
refiero a una alusión directa a mí, mienten. Mienten, como cuando un
vocero del Centro Democrático, en plena convención de su partido, dijo
que yo era el vicepresidente de las Farc, y en otros escenarios ha dicho
que soy el candidato de Pablo Escobar. No me queda duda de que no
solamente desinforman, como varias veces se ha demostrado. También
mienten.
¿Quién fue?
Fernando Londoño Hoyos.
¿Usted le reclamó?
No me voy a desgastar defendiéndome de mentiras.
¿Y qué opina de las posiciones de ese sector político en general?
Es
el sector del escepticismo, de la desconfianza que se alimenta del
odio. Lo que yo espero es que los hechos de paz destruyan esa
desconfianza y ese escepticismo.
Si el presidente Santos
buscara la reelección, uno podría entender que la paz podría formar
parte de la campaña. Pero, como eso ya no es posible, ¿cómo se explica
que su nivel de aceptación popular sea tan bajo?
Él está
gobernando para la historia y no para la coyuntura, y paga un costo
enorme, pero al final será reconocido como el estadista de la paz.
Su vida activa está muy lejos de terminar. ¿Usted hará política luego de que termine la vicepresidencia?
No,
Yamid; es más, debo decir lo siguiente: si hubiese querido hacerla, si
estuviera pensando en mí, estaría por fuera de la Vicepresidencia para
no inhabilitarme y poder participar en la contienda política. Yo lo que
espero es que después de más de 40 años de servicio público pueda, sin
triunfalismos, celebrar desde mi hogar que pusimos fin al conflicto.
¿Por qué no le gusta la política?
Porque
no estoy hecho para la transacción. Me parece que la política
electoral, como decían los griegos, es agonal (en el DLE de la Real
Academia, agonal es 'perteneciente o relativo a certámenes, luchas y
juegos públicos'). Siempre hay un conflicto que dirimir a través de una
transacción, de una concesión. Las zonas grises son muy amplias, y para
mí en la política hay demasiados grises. La política no puede girar
alrededor de 2 o 3 nombres; tiene que ser más amplia, más profunda, y
debe estar centrada en la discusión de ideas, el debate propositivo,
sensible. Esto de estar discutiendo siempre en política y viendo una
política tan polarizada y radicalizada tiene hastiados a los
colombianos.
¿A qué atribuye la polarización tan radical que hay en Colombia?
Yo
no tengo origen militante ni partidista, y me cuesta mucho entender la
llamada dinámica de la política, pero veo que muchas veces se mueve por
intereses personales y de coyuntura; lo que sí rechazo es que la
política sea perversa y esté sellada con la marca del resentimiento, del
odio o de la descalificación.
¿Quién o quiénes la están marcando así?
Yo
veo francamente una dosis muy alta de desinformación, y veo una actitud
muy rabiosa que busca mantener el miedo en el centro de la movilización
política. Hacer política basada en el miedo erosiona la
institucionalidad porque muchos colombianos no creen en nada, y uno
necesita mínimos de confianza y credibilidad en el sistema, en el Estado
y en los partidos.
"La política tiene que ser más amplia, más profunda, y debe estar centrada en la discusión de ideas, el debate propositivo, sensible"
En su opinión, ¿qué origina la rabia que usted denuncia?
Me
temo mucho que los celos, los protagonismos, las vanidades. Ahora que
estamos preparando la visita del santo padre, he recordado mucho algo
que mencioné cuando el papa Francisco
asumió el pontificado y es que él cambió los zapatos para usar sus
botines viejos como señal de que en él no caben vanidades. Yo creo que a
la política colombiana la está matando hoy la vanidad.
Y ¿cómo invitar al fin de esos egoísmos que usted advierte?
Mire:
la entrega de armas que acaban de hacer las Farc significa que la
muerte dejó de ser parte de una solución a una guerra de 53 años. El
gran tema de fondo ya no es hoy cómo ganar la guerra sino cómo construir
la paz.
¿Cuántos meses lleva usted en la política?
En
la vida institucional pública llevo 40 años, y en política, yo no hago
política desde la Vicepresidencia, yo hago gestión pública.
Quiero decir, ya ha visto en estos tres meses de vicepresidente cómo funciona la política. ¿Qué le ha parecido?
Estoy aterrado.
¿Aterrado?
Sí.
Aterrado porque la coherencia es reemplazada por la oportunidad, por la
coyuntura, por las ganas de unos votos. La verdad es que lo que más
reclama el ciudadano es que los líderes seamos coherentes, consistentes y
leales a una causa. Lo que el ciudadano está reclamando es que no haya
más discusiones sobre mecánica política electoral; la gente está
hastiada de ese debate y me dan las gracias por estar allá, en las
regiones, escuchándolos y ser sensible a lo que reclaman, a lo que
piden, a lo que dicen. La gente hoy ya no tiene miedos, pero uno ve que
hay la intención de unos sectores de alimentar el miedo para tener una
base política que movilizar; francamente, yo creo que se equivocan,
porque a medida que avanzamos, la muerte va desapareciendo, el secuestro
va desapareciendo; los ataques a los pueblos desaparecieron, el miedo
ya no puede ser factor de movilización política.
El expresidente Álvaro Uribe
alcanzó la Presidencia cuando combatió francamente el despeje del
Caguán siendo presidente Andrés Pastrana, y ahora están unidos en la
política, ¿qué le parece?
¡Qué paradoja! Francamente no
entiendo. Yo trabajé con los dos y los acompañé en sus esfuerzos por la
paz. El esfuerzo del presidente Pastrana fue genuino en la negociación
para conseguir la paz, pero al final las Farc defraudaron; acompañé al
presidente Uribe porque en el manifiesto democrático que lo llevó a la
Presidencia estaba consignada una premisa muy importante: uno va al
combate a luchar contra el adversario tratando de crear condiciones para
la salida política; la guerra no es un fin en sí misma, es un
instrumento para alcanzar la paz, y así estaba consignado en el
manifiesto democrático del presidente Uribe. Ahora francamente no
entiendo. Alrededor de esa unión yo creo que habrá un juicio, y ese
juicio lo harán los colombianos. Yo no soy quien para valorarlo.
El Centro Democrático
ha dicho y reiterado que ni el expresidente Uribe ni el partido que
orienta se han opuesto a la paz, sino a la forma como se hizo la paz,
como se pactó y como, afirman, se cedió en estos acuerdos...
La
diferencia de fondo es esta: el presidente Uribe y el Centro
Democrático no reconocieron y no reconocen hoy la existencia del
conflicto armado en el país. Si uno no reconoce el conflicto, pues no
hay solución política negociada ni posible ni aceptable, porque la única
salida posible es la derrota militar del adversario. Hay quienes
creemos que el conflicto armado sí fue una realidad y que la paz solo
era posible alcanzarla con una solución política negociada. Como el
Centro Democrático no reconoce el conflicto, cualquier acuerdo de paz le
será insuficiente, imperfecto e innecesario.
¿Habría podido lograrse la derrota militar de las Farc?
Pues,
salvo que el país hubiera determinado exterminar hasta el último
guerrillero sobre la faz del territorio colombiano. Y, a mí, eso me
parece no solamente imposible sino una opción inmoral. Cuando se abatió a
su comandante 'Alfonso Cano', yo pensé que había llegado la hora de
buscar una salida política porque lo que quedaba de ahí hacia adelante
hubiese sido la opción de eliminar hasta el último guerrillero en una
operación de exterminio que en una sociedad democrática liberal
realmente es impensable.
¿Usted cree que la paz firmada y en ejecución es frágil?
Creo
que la dejación de las armas ya hizo de este proceso un hecho
irreversible; no creo que nadie, por radical que sea, va a tomar
decisiones que lleven a que la guerrilla regrese al monte a armarse para
volver a la guerra. Hoy, este proceso es irreversible y habrá que
consolidarlo con la transformación del campo, que es un tema central;
los proyectos de desarrollo con enfoque territorial tienen que comenzar a
ser una realidad.
¿Descarta que el próximo presidente, sea quien sea, regrese a la guerra?
Los
colombianos no lo permitirían. Hoy hay cierta indiferencia con la
dejación de armas, pero es evidente que la recuperación de la vida se
impone sobre la muerte.
En la convención que hizo el Centro
Democrático, uno de los dirigentes tomó un papel y lo hizo pedazos para
señalar que esa sería la suerte de los acuerdos de paz...
Hacer
trizas el acuerdo, que fue una de las expresiones, no es posible porque
el acuerdo ha dejado de ser un papel, letra inane, para convertirse en
una realidad, y esa realidad ha silenciado los fusiles y ha creado un
marco de oportunidades para eliminar brechas de desigualdad e
injusticia, porque no hay duda de que el campo vive una situación de
inequidad.
¿Y la acusación de que se claudicó ante la guerrilla?
El
acuerdo fortaleció la institucionalidad, el Estado colombiano no
claudicó valores ni principios democráticos, ni mucho menos sacrificó
instituciones para alcanzar la paz; aquí, el Ejército, la Policía, la
Fuerza Pública salieron fortalecidos.
¿Cuáles son los riesgos que trae el posconflicto?
Varios.
Pero nos preocupa que se repita la historia de la UP; sobre este tema
estamos avanzando con un conjunto de medidas para dar garantías de
seguridad.
¿Qué se va a hacer para que el país perdone?
Escuchar
con más atención y con mayor apertura de corazón y de mente a las
víctimas; las víctimas han dado un mensaje formidable desde que este
proceso comenzó; nos dejaron un mandato para que no nos levantáramos de
la mesa hasta que hubiese un acuerdo porque no estaban dispuestos a
permitir que hubiese otras víctimas; quienes más demostraciones de
reconciliación y de perdón hicieron fueron las víctimas del conflicto
armado.
¿Qué viene ahora?
La obligación de
imprimirle velocidad a la implementación; hay que salir de la discusión
política y jurídica; hay que pasar del debate a los hechos, y ahora lo
que nos corresponde es ponernos manos a la obra para que lleguemos a los
territorios, particularmente con un Estado que haga presencia
permanente e integral. La paz hay que construirla y eso no se logra de
la noche a la mañana.
¿Usted cree que el debate presidencial debe ser sobre la paz?
Para
allá ha ido girando, pero los colombianos nos quejamos en todos los
ámbitos de lo que significa la tragedia de la corrupción pero tenemos
que asegurarnos de cuál es la arquitectura institucional, el
comportamiento y las responsabilidades, y la capacidad de fiscalización
de una sociedad para que la corrupción realmente desaparezca. Este no es
un tema simplemente de 'métalos a la cárcel'. No, hay que cambiar las
condiciones que hoy facilitan y apalancan la corrupción. Ese debate de
esa transformación hay que darlo. Los colombianos necesitan propuestas
de transformación y de seguridad de implementación de la paz.
¿Cuáles, según usted, deben ser los grandes temas de todos los candidatos?
Que
la paz sea irreversible; avanzar en el cierre de brechas de inequidad;
combatir los orígenes que son conocidos de la corrupción. Y trabajar
intensamente por la seguridad y el bienestar de todos los colombianos.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO