El filósofo español Fernando Savater es uno de los grandes pensadores de nuestra época. Estuvo en Bogotá invitado por Bavaria para dictar una conferencia sobre ética empresarial y concedió la siguiente entrevista:
En ‘La música de las letras’ dice usted que el mundo está desordenado por la injusticia de la violencia.
Es que uno de los elementos de desorden del mundo es la violencia injusta. Eso introduce un elemento de falta de concordia, de atropello de derechos.
¿Cree usted que la violencia es siempre injusta, o a veces es necesaria?
La violencia no es la mejor solución, pero a veces no hay más remedio: se hace necesaria. Lo que pasa es que a veces no solamente es superflua sino que es dañina, o sea, está enfocada en hacer el daño; no en resolver problemas sino en crearlos.
¿Cuándo es necesaria?
Cuando es la única forma de atajar una situación de violencia mayor. La rebelión violenta de Espartaco es prototipo de la violencia justa.
La violencia en Colombia nació como consecuencia de la injusticia, pero luego evolucionó hacia el abuso de la rebeldía...
Mi impresión general es que hubo una situación de injusticia, sobre todo por los latifundios en el campo, que provocó la rebelión contra los grandes caciques. Pero cuando aparece el narcotráfico, la violencia se convierte más en un negocio que en una acción para buscar la igualdad.
¿Tiene algún concepto sobre el proceso de paz de Colombia?
Lo sigo bastante porque tiene mucho que ver con nosotros, que padecíamos el terrorismo en el país vasco. Hicimos un grupo que se llamaba Basta ya, cuyo subtítulo era ‘Sin armas contra las armas’. Es una cultura en contra del terrorismo, en busca de fórmulas pacíficas de convivencia.
¿Qué dejó la violencia en el país vasco?
El terrorismo no produce sino muerte, dolor y sufrimiento. La paz en Colombia significará la recuperación de la vida normal en todas las regiones. Por otra parte, hay gente que con buenas razones no quieren impunidad y no quieren que los delitos que los han afectado a ellos o sus familiares queden impunes.
¿Entonces?
Es un equilibrio complicado de alcanzar, porque solo pueden perdonar las personas que han sido personalmente ofendidas. Las leyes no son una agresión personal contra nadie. Si matas a la mujer de otro, el otro te puede perdonar pero eso no quiere decir que no tengas que ser castigado. El perdón no incluye el olvido del delito. El arrepentimiento tendría que ser en buena medida aceptar el castigo. Lo que es muy raro es que esté arrepentido pero no quiera que se le castigue.
¿Por qué fue tan difícil la persecución en el país vasco contra la Eta?
Los terroristas vivían en Francia, actuaban en España y se devolvían a Francia, en donde no hacían nada malo para que no los molestaran. Pero, desde los atentados de las Torres Gemelas, Francia empezó a actuar eficazmente contra los terroristas que se refugiaban allí.
¿En Colombia hay controversia sobre si los guerrilleros, al firmar la paz, pueden ser elegidos al Congreso. ¿Usted qué opina?
En el parlamento vasco ha habido personas que estuvieron muy vinculadas a Eta; ellos son favorables a las ideas pero no a los métodos. Muchos pensamos que las personas que han ejercido la violencia y que no las han condenado, ni se han arrepentido públicamente, ni han aceptado el daño injusto, pues esa persona no tiene derecho a representar al ciudadano.
¿Usted cree que los tribunales internacionales aceptarán penas alternativas?
Creo que intervendrán elementos de prudencia. Cuando acabó la dictadura de Franco, muchas personas, incluso los que habíamos estado en la cárcel en esa época, pensamos que la mejor revancha que podíamos tener contra la dictadura era vivir en un país con libertades, partidos políticos, sindicatos...; es decir, todo lo que Franco impedía. Entonces intentar colgar por los pies a todos los que habían colaborado con Franco no tendría sentido. No se va a buscar persona por persona a aquellos que fueron colaboradores con la dictadura para castigarlos, no. Era la forma de evitar nuevos enfrentamientos civiles. A lo mejor una de las fórmulas colombiana funcione. No me atrevería yo a decir otra cosa.
En su último libro habla sobre cómo ser eficazmente revolucionario. ¿Cómo?
Para mí, la mejor revolución es la educación. La educación es la revolución sin sangre más eficaz, es la que combate las situaciones de atraso, de injusticia, etc. Los verdaderos revolucionarios prefieren ser educadores, prefieren una educación pública, laica, de calidad. Como revolución, la educación es a largo plazo. Los efectos de la educación se ven con los años. Ahí tiene usted, por ejemplo, Estados Unidos: las leyes del presidente Johnson que acabaron con la discriminación en las escuelas permitieron que, 40 años después, un afroamericano fuera elegido presidente de Estados Unidos.
¿Cómo aplicar su ejemplo en Colombia?
Si viene la paz, con ella tiene que llegar un refuerzo de la educación para todos y de ayuda, sobre todo en las zonas rurales. Hay niños que tienen que recorrer muchos kilómetros para ir a la escuela y maestros que están en circunstancias complicadas. Con la paz habrá desarrollo sostenido.
En las negociaciones de paz hay dos posiciones: la del presidente Santos de poner fin a 50 años de guerra y la del expresidente Uribe, quien no está de acuerdo con las negociaciones de La Habana. ¿A quién le da la razón?
Creo que sin lo que hizo Uribe no habría la paz de Santos. El paso que dio Uribe en cuanto a seguridad fue fundamental para luego ir más allá. Para buscar la paz, los dos han sido necesarios; cada uno en su papel.
Usted dijo que cuando uno remarca alguna afirmación en el libro que lee, lo hace porque coincide con ese pensamiento, cuando debería ser lo contrario.
Subrayar lo que tú piensas no hace falta: ya lo piensas. Lo que está en contra de tus ideas es lo que hay que subrayar.
Lo menciono por la crítica de Uribe a la paz de Santos...
Lo mejor es conformarse con lo bueno; lo perfecto habrá que aplazarlo.
En todo debate político hay demagogia. ¿Es innata en la política?
No, la tendencia a la demagogia es no ofrecer soluciones sino señalar culpables. Acusar a quienes se debe perseguir y castigar. Es la búsqueda del chivo expiatorio.
Hablando de política, el Gobierno tramita un proyecto que prohíbe la reelección...
En España hay reelección. Normalmente, todos los primeros mandatos han sido esperanzadores y los segundos, bastante peores. Una persona que solo se dedica a la política es un poco peligrosa: hará todo lo que sea por seguir en el poder.
¿Por qué dice que no es cierto que todas las opiniones son respetables?
Porque no lo son. Las opiniones son para ser discutidas, son las personas las que son respetables. Escuchar las opiniones de otros no quiere decir darles la razón. Parte de las obligaciones de un ciudadano es discutir las estupideces que oye. No puede, simplemente para caer simpático, decir sí a todas las tonterías que oye. Pero todas las personas son respetables aunque tengan opiniones disparatadas.
¿En un Estado democrático existe el derecho a la diferencia?
Claro, pero no a la diferencia de derechos. Ese es un problema que tenemos en España con los separatismos. Cada persona no tiene por qué parecerse a todos; puede discrepar en cuestiones eróticas, estéticas, religiosas, en fin. Pero lo que no puede haber es una ley para cada uno, es decir, “nosotros somos una secta no sé qué y necesitamos tener una ley para nosotros”. Tiene que haber una ley común. Alguien puede opinar que los hombres pueden tener 14 mujeres, pero la ley común dice que no, y está por encima de las opiniones.
¿Qué es el fanatismo?
Normalmente, las ideas políticas o religiosas son un derecho de cada cual, pero el fanático piensa que son deber de todos.
Citando a Nietzsche, dice usted que él estableció el fanatismo como la única fuerza de voluntad de la que son capaces los débiles…
Sí, porque para Nietzsche y para otros muchos, el fanático es en el fondo una persona que necesita que todo el mundo piense como él porque él no está seguro de lo que piensa. A las personas que están seguras de lo que piensan les da igual que los otros piensen otra cosa y pueden convivir con personas que piensen distinto, porque él sí sabe por qué piensa lo que piensa y está seguro de lo que piensa.
¿Qué piensa usted de la tendencia a despenalizar la droga o a legalizarla?
Me parece que perseguir las drogas es como luchar contra malos pensamientos. En todas las épocas y culturas ha existido la droga. Me acuerdo de los tiempos de la golden colombiana, que alegró mucho mi juventud.
¿La marihuana colombiana?
Sí. El cultivo del árbol decayó precisamente porque el gobernador de California, que en ese entonces era Ronald Reagan, autorizó el cultivo de marihuana para uso personal; entonces, claro, el negocio cayó y entraron la coca y la amapola. Perseguir la droga es un absurdo, porque el narcotráfico es hijo de la persecución de la droga y nada más. La única forma de acabar con el narcotráfico es despenalizar las drogas, venderlas en lugares públicos, informar a la gente de su uso. Habrá quien abuse de ellas y habrá quien no abuse, y se acabó.
Los expresidentes Gaviria, de Colombia; Zedillo, de México, y Cardozo, de Brasil, han propuesto no penalizar sino tratar el consumo como una enfermedad.
Yo estoy diciéndolo antes que ellos. En Monterrey, hace años, coincidí con el entonces presidente Zedillo y con el expresidente Gaviria, y me daban la razón de lo que yo había dicho 20 años antes: que no se lograría nunca acabar con el tráfico de drogas, pero el tráfico de drogas sí podía acabar con las democracias. Y ellos estaban de acuerdo en esa línea. Hace muchos años, alguien tan poco sospechoso de izquierdismo como Milton Friedman describió que era imposible acabar con el tráfico de drogas, por razones estrictamente económicas. La persecución de las drogas nace en Estados Unidos no por razones médicas sino por razones de xenofobia. El opio estaba ligado a los chinos; la marihuana, a los chicanos; el whisky, a los irlandeses. Los narcotraficantes quieren que continúe la prohibición de la droga porque es su negocio, pero como la DEA (agencia antidrogas de EE. UU.) también vive de eso, están de acuerdo DEA y narcotraficantes en que siga la prohibición.
¿La droga es mala?
Toda sustancia tiene una dosis de uso y de abuso. Pero lo claro es que perseguir la droga es imposible cuando cualquier persona en su casa puede hacer la que quiera con una piel de plátano. La prohibición de la droga es algo perfectamente irracional; pero hay miedo a educar, a informar. Empecé a escribir sobre estos temas hace 35 años; me miraban como si estuvieras pidiendo la legalización de la droga, y lo que vino fue que las mafias se han hecho millonarias y apareció la violencia en países como Colombia y México. Atacar la droga son puritarismos absurdos que además son dañinos.
El ministro de Salud, Alejandro Gaviria, dice que es peor el alcohol que la marihuana.
Por supuesto. Es mucho peor comerse ocho hamburguesas que fumarte un porro. Sin embargo, a McDonald no lo ha cerrado todavía nadie; lo que tienes que hacer es manejar todas las cosas con medida.
¿Qué es el puritanismo?
Puritano es aquel que detesta todos los placeres que no comparte; se opone a los placeres que no disfruta, porque le molesta que la gente goce. Es una enfermedad moral también, ¡pero no vamos a intentar curar a todo el mundo de sus prejuicios!
¿Qué es la ética empresarial?
¿Qué es la ética empresarial?
La ética es una reflexión sobre las acciones humanas. Las empresas son acciones humanas, acciones colectivas, con unos intereses comerciales y también con unos intereses de servicio público. La ética procura aplicar los principios humanistas de no dañar al prójimo, de contratarle como un fin y no como un instrumento, de tratar a los trabajadores reconociendo sus derechos y su dignidad. Lo mismo a proveedores, lo mismo a los clientes. Los criterios que aplicamos en nuestra vida cotidiana, la empresa los tiene que aplicar a una mayor escala.
Desde su ‘Ética para Amador’, ¿por qué su obsesión, por la ética?
Soy un catedrático de la ética, que es la parte de la filosofía que reflexiona sobre la conducta humana, sus motivos, sus valores. Muchas veces hacemos cosas que no nos convendría hacer, pero las hacemos porque la tentación en ese momento es más fuerte, porque vemos el corto plazo pero no el largo plazo.
¿Ser una persona ética es ser moralista?
Ser moralista es preocuparse por la ética de los demás. Ser ético es preocuparse por la moral de uno, no de los demás.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO