El argentino cuenta que hace tres semanas tuvo un sueño en el que veía al equipo como campeón.
Domingo 15 de Julio del 2012
'Yo tengo un sueño', tituló el inmortal líder negro norteamericano Martin Luther King su histórico discurso ante el monumento de Abraham Lincoln. Y su sueño se cumplió. "Yo tengo un sueño", afirma ahora Ómar Sebastián Pérez, quien llevará hoy la identidad de capitán del Independiente Santa Fe, en su juego definitivo por la consecución de su séptima estrella. Y la romántica y apasionada afición del Santa Fe, que adivina su sueño, también anhela que se cumpla.
Pérez juega fútbol desde los 7 años, cuando comenzó a patear la pelota en un club del colegio, en su ciudad, Santiago del Estero, en Argentina.
De la mano de Carlos Bianchi llegó al Boca Juniors, a los 13 años. Y al poco tiempo compartía el medio campo del popular club argentino con el extraordinario Juan Román Riquelme. Hoy, Pérez es el símbolo del Santa Fe. Y la gente que colmará el estadio va a verlo jugar, y a verlo ganar. Como escribió un estudioso del deporte, "lo que hace imposible determinar si la belleza del fútbol reside en ver ganar o reside en ver jugar es que el fútbol sin pasión no sería un juego emotivo".
El de Pérez, el de Santa Fe hoy, es un fútbol bien jugado. Práctico y hermoso. Como bien escribió un día un comentarista de El Gráfico de Buenos Aires: "El buen jugador no brilla. Brilla el juego que produce ese jugador. Y a veces brillan por él jugadores menos jugadores que aquel que hace brillar el juego". Ese es Pérez.
"Estoy feliz de ver tanta alegría en la calle, de ver un pueblo así tan grande como el de Santa Fe, con esa alegría que hace tiempo no sentía. Me siento feliz", dice.
¿Cómo estuvo el partido en Pasto?
Muy difícil. El Deportivo Pasto es un gran equipo, y el campo es muy blando, y con la altura se hace muy pesado. Además, Pasto tiene jugadores muy buenos.
¿Qué espera que ocurra hoy?
Pienso positivamente, confío en mis condiciones, en las condiciones de mis compañeros y en el poder que tiene el hincha en nuestro estadio.
¿Cree fácil alcanzar la estrella?
No, no. Una cosa es tener confianza y otra, completamente diferente, creer que es fácil. Yo voy a dejar la vida, y mis compañeros están dispuestos a eso también, pero no va a ser nada fácil.
¿Qué es lo más difícil que tiene el Pasto para enfrentarlo?
Se encierran bien de visitantes y contragolpean. No nos podemos descuidar ni estar confiados, pero sobre todo, no podemos desesperarnos porque uno sabe que la ilusión del hincha más nuestra ilusión van a generar un poquito de desespero.
¿Cuál ha sido el secreto para llegar a la final?
Mucha unión. Jugadores buenos hay en muchos equipos, pero lo que hace bueno a un grupo como tal es la unión de todos. Hay amistad, logramos una identidad.
¿Cómo se definiría usted?
Como un jugador que trabaja sin egoísmo, con sacrificio, con muchas ganas; mi pasión es esto, amo con todo mi ser lo que hago. Y lo disfruto mucho.
La gente en general sabe que comenzó en Boca Juniors, ¿pero cómo ingresó al fútbol?
Mi papá era futbolista. Jugó en la segunda división en Santiago del Estero, y ahí tuvo un técnico llamado Miguel Isabela. Ese técnico fue a las inferiores de Boca. Un día el técnico del Boca le preguntó a un amigo mío si conocía a alguien en la posición de enganche o media punta, entonces mi amigo le dijo: "Está Ómar Pérez". Miguel pensó que era mi papá (mi papá es Ómar Adolfo), entonces le dijo: "Está un poquito veterano", a lo que respondió: "No, no, no, es el hijo". Eso fue un martes, el jueves me enviaron tiquetes y me presenté en Boca el viernes. Hice un partido ese mismo viernes y me contrataron inmediatamente. Tenía 15 años.
¿Y en Santiago del Estero qué hacía?
Jugaba al fútbol en mi club de barrio, Atlético Güemes. Comencé a los 7 años. A los 13 ya jugaba en la reserva.
¿En qué posición?
En la actual. Cuando llegué a Boca, estaba Riquelme en esa posición y me tuve que adaptar a un costado de la cancha. No tuve problema.
¿Cuánto tiempo jugó con Riquelme?
Dos años. Como Riquelme era el 10, yo debuté con la 26. Era volante izquierdo. Jugué prácticamente 100 partidos en Boca con Riquelme.
¿Qué espera que ocurra hoy?
Yo tuve un sueño hace tres semanas, un sueño en el que había una tarima en el estadio y éramos campeones. Tuve un sueño... Vi a mi papá, que fue futbolista; a mis hijos, que gozaban; a mi esposa, que nos acompañaba. Tuve un sueño en el que vi a tres generaciones en el estadio llorando, abrazándose... Nos daban el trofeo de campeones y cada uno tomaba el micrófono y expresaba lo que sentía.
¿Cuántos hijos tiene usted?
Dos. El mayor, Tiago, tiene 6 años. Es santafereño a muerte. No me vuelve a hablar cuando perdemos. Franco, el menor, tiene 3. Viven con la camiseta. Gozan. Juegan al fútbol entre ellos y narran: "La tiene Copete, Copete se la pasa a Cabrera, Cabrera a Ómar y gooooooool de mi papá...".
¿Los tres, su esposa y sus dos hijos, van al estadio hoy?
Por supuesto. Natalia, mi mujer, es superaficionada. La conocí en Buenos Aires, cuando jugaba en Boca, hace 11 años. Mi hijo mayor es de Buenos Aires y el menor es colombiano. Los tres son fanáticos del Santa Fe.
¿Cuál es el motivo por el que tiene usted los brazos llenos de tatuajes?
Me gustan. Comencé muy pequeño, sin el consentimiento de mis padres. Para que no me dijeran nada, los puse ahí, en los tatuajes. Y tengo tatuada también la fecha de nacimiento de mis hijos.
¿La gente lo identifica en la calle?
Sí, pero por mi personalidad, me oculto. Me pongo gorras, trato de pasar desapercibido, no me gusta llamar la atención.
¿Es tímido?
Bastante. En la cancha, no. Hay que gozar, disfrutar. El fútbol es para eso.
¿Cuál fue el problema que tuvo en una rodilla?
Fue una operación que me hicieron en Boca cuando tenía 16 años. La segunda me la hicieron a los 17 años, pero no me impide nada. Hace año y medio hicieron una limpieza en la pierna y los doctores Castro y Ulloa me dejaron bien.
Dicen que si no hubiera tenido ese problema, habría sido seguro titular de la selección argentina...
Lo escuché muchas veces, pero yo lo tomo por el otro lado: quizás, si no me hubiera pasado, estaría jugando en cualquier equipo chico en Argentina. La lesión me dio valor; muchos dijeron entonces, a mis 17 años, que no podría jugar más. Yo vivía el fútbol de tal manera que no me resigné a la sentencia médica. Y aquí estoy, listo para entregar mi vida por el título del Santa fe. Estoy feliz acá.
Un comentarista y gran escritor argentino, Dante Panzeri, escribió un libro que se llama 'Fútbol, dinámica de lo impensando', donde sostiene en líneas generales que los técnicos son charlatanes, que la verdad está en la cancha, en el jugador, en la suerte y no en el técnico, que no puede decidir si se le pega bien al balón, si la pelota da en el palo, si el árbitro pita, si el arquero rival ataja. ¿Cree en esa tesis?
Por partes. Sí y no. Un técnico decide mucho. Cómo se juega, cómo se forma. Si se ataca o se defiende. Cómo se ataca. Un Guardiola, un Mourinho, un Bielsa no son charlatanes. Como no lo son, en general, los técnicos. Pero tuvo razón Panzeri en que muchas veces un técnico puede plantear, ordenar, instruir, pero no decidir el momento. Si se le pega bien o no, si el balón entra o no, eso no está escrito en ningún libro.
¿En el fútbol, al margen de su padre, quien influyó en usted?
Carlos Bianchi. Hoy en día trato de recordar todas las cosas que me enseñó, a vivir y jugar el fútbol. Él me hizo debutar en Boca. Todo mi proceso, desde los 16 años hasta los 20, lo viví con él. Ha sido uno de los grandes técnicos que ha tenido Argentina.
¿Qué siente usted por Santa Fe?
Cuando uno dice "yo soy hincha del club que me paga", eso es cierto, pero a medida que uno vive en el club, en la ciudad, con los hinchas, jugar para que el equipo gane se vuelve una pasión. Hoy puedo decir que soy hincha del Santa Fe, y mi familia es hincha de Santa Fe. Lo siento profundamente, ya son tres años en el club y ojalá me hicieran un contrato de cinco años más. Y eso lo sabe el presidente. Por ahora pienso en lo que le comenté al comienzo: "Yo tuve un sueño".
Yamid Amat
Especial para EL TIEMPO