'Queremos que el campo vuelva a ser el 10 % del PIB'

Iragorri muestra lo desolador del sector y dice que se tomarán medidas urgentes para recuperarlo.
Foto: El Tiempo
Domingo 31 de Agosto del 2014

La radiografía que hace el nuevo ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, sobre la situación del campo en el país es absolutamente desoladora. Pero, en igual forma esquematiza un alentador plan de choque que pondrá en práctica para lograr el renacimiento del campesino y de la tierra.

Con una amplia trayectoria al servicio del Estado, llega a la cartera procedente del Ministerio del Interior, donde se caracterizó por el buen manejo que logró precisamente ponerle fin al amotinamiento campesino provocado por años de abandono.

¿Qué pasó en el campo?

Por un lado, el conflicto armado interno generó un desplazamiento masivo a la ciudad y por otro, la muy grave situación de pobreza. Solo por ingresos, la gente del campo es tres veces más pobre que la de las ciudades. Esa falta de esperanza de los hijos de los campesinos hace que, si seguimos en el nivel que vamos, en pocos años la situación del campo podría ser aterradora. El campo se está envejeciendo a tal grado que, de aquí al 2020, la población mayor de 60 años se incrementará en un 47 por ciento. Esa cifra produce escalofrío.

La tierra muestra un panorama preocupante, por la acumulación de años y años de abandono. Se ha dejado el campo a su suerte, enfrentando además un conflicto armado que ha desangrado a los campesinos. Podría decir, en términos gráficos, que a muchos campesinos la tierra solo les ha servido para enterrar a sus muertos y no para producir prosperidad y bienestar para sus familias. Eso no puede seguir pasando. El presidente Santos tiene la decisión de cambiar esa realidad.

¿Es una situación que amenaza desastre?

La situación del campo es tan difícil que se requieren medidas urgentes. Por algo el presidente Santos insiste en que el campo no puede seguir siendo una cenicienta. El incremento del presupuesto de 1 a 5 billones muestra que habrá una política que le permitirá a la gente del campo tener otra vez una “oportunidad sobre la tierra”.

Las cifras no mienten: desde 1990 hasta hoy, la disminución de las áreas sembradas fue de 1,5 millones de hectáreas. Se dejaron de sembrar trigo, maíz y cebada, y nunca hemos podido recuperar la tierra perdida. La situación deplorable del campo es la acumulación por muchos años de factores como falta de políticas públicas, sequía en el presupuesto, lejanía de las instituciones con los campesinos.

De ahí que en el período anterior del presidente Santos tuvimos lo que denominé un clamor campesino, un llamado desde las bases sociales de los campesinos que no podían resistir más. Como el estilo de gobierno del presidente Santos no es de represión, ni estigmatización, sino de diálogo, fue gracias a su voluntad política que implementamos planes para revivir nuevamente el campo. De eso se trata.

¿Usted cree que el país tiene conciencia de esa realidad?

No hay ninguna conciencia de un gran sector de la opinión pública, pero eso no implica que el Gobierno Nacional abandone a la gente del campo, que sobrevive sin bienestar y con una actividad agropecuaria que es poco competitiva, carente de asistencia técnica, sin acceso a crédito, sin acceso al riego. La participación del campo en el PIB era del 10 por ciento. Hoy es tan solo del 6 por ciento. Queremos que vuelva a ser el 10 por ciento. Esa es mi meta.

¿Qué hará para transformar la situación que describe?

Si las políticas públicas las aplicamos bien, vamos a lograr que en el campo florezca la equidad, la paz y la educación. Vamos a tomar medidas para que el campesino vuelva a creer. Hoy, el campesino no cree en nada.

Es decir, ¿es una situación de desolación del campo?

Así es. No hemos sido capaces de darle el ‘estartazo’ que el campo necesita.

Usted hace un diagnóstico de lo que encontró. ¿Cuál es la medicina?

El Ministerio de Agricultura tiene un apellido, que es “Desarrollo Rural”. Eso no puede quedar en solo nombre. El campo necesita la combinación de dos cosas: mejorar los rendimientos y las condiciones de vida. La población rural es el 30 por ciento de la nacional, pero ocupa el 70 por ciento del territorio.

¿Al margen de la guerra, qué originó la desolación de hoy?

No existe asistencia técnica. Se necesita con urgencia, acompañada de adquisición de bienes y tecnología, para modernizar procedimientos y lograr ser competitivos.

¿Por qué nuestros productos desaparecieron del comercio internacional?

Nunca hemos estado en ese escenario en condiciones de competitividad. Solo tenemos, básicamente, cuatro productos de exportación: café, flores, azúcar y banano. No hemos diversificado. La gente no sabe qué sembrar, porque no sabe qué puede vender fácilmente. Hay que motivar a la gente para que siembre productos que tengan futuro en el comercio internacional.

¿Pero en qué productos podríamos ser competitivos?

Le menciono la siguiente lista para el mercado internacional: aguacate, ají, patilla o sandía, mango, pimentón, entre otros. Con los TLC con Estados Unidos y Europa tenemos mil millones de potenciales nuevos consumidores.

¿Por qué no sembramos productos como los que menciona?

Por falta de asistencia técnica y por las autorizaciones fitosanitarias. Y hay otro tema que es la calidad del producto para poder ingresar a Estados Unidos, Europa o Asia. Hay que hacer un esfuerzo muy grande para cumplir con los parámetros de calidad y los protocolos fitosanitarios.

¿Quién otorga la licencia fitosanitaria?

El país que recibe el producto. El seguimiento para cumplir esos requisitos les corresponde a dos entidades: una que depende del Ministerio de Agricultura, que es el ICA, y, por otro lado, al Invima. Hay muchos productos agrícolas a los que no les hemos logrado conseguir autorización para su ingreso al exterior. Uno de ellos es el aguacate, que tiene muchísimo futuro. Para todos buscaremos que logren calidad excelsa, que es lo que están pidiendo en el exterior.

¿Cómo proyecta alcanzar esa calidad?

La asistencia técnica y tecnológica permitirá buena calidad y condiciones fitosanitarias. El crédito fácil nos dará modernización de maquinaria para el buen uso de la tierra. El campo hay que transformarlo radicalmente. Hoy lo que hay es lejanía de la institucionalidad, falta de credibilidad de la población campesina, ausencia de una política firme de desarrollo rural. Todo eso fue acabando con las pocas instituciones que funcionaban. ¿Sabe qué es lo que ha pasado? No hemos cogido el toro por los cachos. Ya es hora de pensar en grande y actuar con decisión, coraje y empuje a favor de la gente del campo. Ahí está el futuro. Ahí está la paz.

¿Usted es optimista?

En el pasado, el campo agonizaba y lo que resolvieron fue liquidar el Incora, que era la entidad para el desarrollo rural, dedicada exclusivamente al tema de tierras; y acabar la gran comercializadora, que era el Idema. Esas decisiones liquidaron el sector, porque en vez de resolver el problema, lo agravaron: acumularon todas esas funciones en una sola entidad, que es el Incoder, que está incapacitado para cumplir sus objetivos.

¿Todos los diagnósticos son malos?

Lo contrario. Y eso es lo grave. ¡Demasiados son buenos! Si uno los lee, en su mayoría concluyen que el campo colombiano está perfecto. ¡Mentira! Estamos ‘sobrediagnosticados’ y muchos creen, equivocadamente, que el campo es un jardín del Edén.

Como dije el otro día, cuando algunos críticos se molestaron: yo sé lo que es castrar un torete. Es una parábola. Yo sé lo que es el campo de hoy. Las condiciones de vida del campesino no son buenas, y las condiciones de la tierra tampoco. Todo es al azar.

Mire: los paperos siembran el producto cuando la carga está en 120.000 pesos. Ganan muchísima plata, y vuelven y siembran. Y en la siguiente cosecha, quiebran porque el precio del producto llega a 25.000 pesos la carga, que no da ni para sacarla de la tierra. Cosas como esa, sembrar al azar, generaron unas condiciones de pobreza y miseria. El 75 % de la gente del campo gana menos de un salario mínimo. Y, sin embargo, el campo se está recuperando. En el cuatrienio pasado creció un 6 por ciento, lo que ya es una buena señal.

¿De esa situación de desolación no son responsables, en algo, los terratenientes que acumulan y acumulan tierras y no invierten en el campo sino que extraen capitales y almacenan riqueza, convirtiendo la tierra en fincas de engorde?

Uno de los problemas que me falta mencionar con respecto a la necesidad de mejorar las condiciones del campo es el acceso a la tierra. Los datos aterran: en Colombia, de 4 millones de predios, solamente el 20 por ciento tiene propiedad plena; el 59 por ciento solo es poseedor y el resto son tenedores. Eso quiere decir que hay un gravísimo problema en el ordenamiento territorial, no solo del uso del suelo sino por los propietarios que están ocupando esos predios.

Tenemos que hacer un trabajo muy fuerte de formalización de la propiedad en el campo. Es un tema de desorden de la propiedad de la tierra, de documentación que formalice la propiedad. Ese es un punto que tenemos que atacar con la Superintendencia de Notariado.

¿Quién ocupa la tierra?

Hay una ocupación campesina muy grande, pero hay una gran cantidad de tierras baldías que son del Estado. Otras han sido invadidas.

¿Qué porcentaje de hectáreas están en poder del narcotráfico?

Hay que agilizar los procesos de extinción de dominio. Eso ha sido muy difícil por el juego de los testaferratos. Los mejores predios, en promedio, están en manos de narcotraficantes. Hay que extinguirles el dominio y distribuir esos predios entre los campesinos. Ahí hay un banco de tierras que es muy significativo porque ya tienen infraestructura y están en las mejores zonas agrícolas de Colombia.

¿Qué ha pasado con algunos sectores empresariales que invertían en el campo?

Es indispensable que los sectores empresariales que están dedicados al campo tengan seguridad jurídica. Es que hay algunos actores de organizaciones del sector agropecuario que son enemigos de los empresarios del campo; eso no puede seguir pasando. Es necesaria la concertación y el apoyo a esos sectores. Cuando uno mira que el crecimiento del año pasado en el campo fue del 6 por ciento, quienes jalonaron eso fueron los industriales del campo y los campesinos. Si combinamos agricultura familiar e inversión de empresarios en el campo, habrá prosperidad en el sector.

Este lunes, la segunda parte: El Incoder será dividido. “No podemos seguir con un novillo por hectárea”.

La leyenda del Minagricultura ‘terrateniente’

“Las tierras que mis hermanos y yo heredamos en el Cauca, hace más de 25 años, las entregamos a las poblaciones indígenas en un proceso de reforma agraria –dice el ministro Aurelio Iragorri–. Ni a mi papá, ni a mi mamá, ni a mis hermanas, ni a mí nos queda un solo metro de tierra porque las entregamos todas”.

¿La entregaron por mala?

Era tal vez mejor que la de la sabana de Bogotá. Una de las fincas era Paletará, que se volvió famosa por el presidente Guillermo León Valencia. La entregamos hace 25 años.

¿“La entregamos” qué quiere decir, señor Ministro?

Hicimos un proceso voluntario de ofrecimiento en esa época al Incora para que la compraran, y fue adquirida a 35.000 pesos la hectárea. La parte de mi mamá eran 350 hectáreas. Mi papá no tenía tierras.

YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO