Juan Fernando Cristo, el saliente ministro del Interior, detalla por qué se fue del gabinete:
"Este es un momento histórico muy importante para el país: o avanzamos y consolidamos la paz o retrocedemos a la guerra.Por eso decidí finalmente irme del Ministerio.Puedo ser útil en las plazas para defender la paz. No me retiré por una aspiración personal, sino para ayudar a unir y no a dividir. Hoy estamos totalmente fracturados y dispersos. No tenga dudas: el debate electoral que se aproxima girará en torno a la guerra y la paz".
¿Por qué lo cree así?
Porque es evidente. Las voces de los opositores al acuerdo con las Farc, a que se negocie con el Eln, cada día lo dicen más claro y de una manera más radical y polarizante. Y me refiero a los enemigos del proceso de paz; a los dirigentes del Centro Democrático que consideran, de manera equivocada y a veces caricaturesca, que Colombia, por avanzar hacia la paz, va a convertirse en un régimen castrochavista. Son barbaridades que dicen sin sustento en la realidad. Han dicho que quieren hacer trizas los acuerdos y francamente creo que sería una desgracia volver a cubrir el país de muerte, guerra y tragedia.
Si el Centro Democrático, en su opinión, es la opción de un gobierno de guerra, ¿por qué razón, en un país que desea la paz como el nuestro, tiene tanto apoyo?
Lo apoya un sector del país. El Centro Democrático muy hábilmente ha logrado convencer a muchos colombianos de que la paz se puede alcanzar mediante el sometimiento militar del adversario. Eso era imposible, no era viable. Lo que hizo el presidente Santos fue una negociación seria y aplaudida en el mundo entero. Se ha acudido a mentiras, a toda clase de desinformación que lamentablemente ha llegado a muchos sectores de la sociedad colombiana. Por eso hay que redoblar los esfuerzos con la verdad en la mano, defender lo que hemos logrado y consolidar la paz.
¿Eso, fundamentalmente, fue lo que lo condujo a renunciar al Ministerio?
Mire: yo no acompañé al presidente Santos en la elección del 2010. Acompañé al candidato liberal, Rafael Pardo. Yo era de los dirigentes liberales que creía que elegir a Santos era la continuidad del gobierno de derecha de Uribe, y no me sentía cómodo ahí. Desde el primer día del gobierno, cuando el presidente Santos decidió poner todo su liderazgo al servicio de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que el gobierno Uribe había hundido, decidí con entusiasmo y convicción matricularme en esa línea y acompañar al Gobierno para defender esas ideas. Hay dos visiones de país totalmente distintas: una quiere la paz; otra, la guerra; una, reformas; otra, 'statu quo'; una, proteger minorías y otra, atropellarlas.
Pero habría podido hacer esa tarea como ministro...
Es que veo en peligro la paz, y es mucho más útil salir a la plaza, por todo el país, libre de las ataduras y de las limitaciones que impone el cargo, a defender con contundenci a la implementación de la paz. Le repito: en el proceso electoral de 2018 se va a decidir entre la paz y la guerra. Es que es muy fácil pedir la confrontación militar y decir que no se puede hacer ninguna negociación sino que todo debe ser el sometimiento de los violentos; pero cuando se va a las zonas del conflicto y se ve lo que están viviendo hoy muchas comunidades de Caquetá, Putumayo o Huila -que no tienen un solo episodio de violencia- se aprecia lo que es la paz. Eso muchas veces no se ve desde Bogotá.
¿No cree que el Gobierno ha debido mostrar eso?
Sí. El Gobierno ha fallado al no comunicar bien lo que significa la paz. Quienes vivimos en Bogotá, Medellín o Cali somos a veces egoístas. Escuché por toda Colombia a labriegos y campesinos que me decían: 'Hace tiempo no nos acostábamos a dormir sin miedo'.
¿Por qué dice usted que la paz está en peligro?
Porque hay unos embates de unas fuerzas que, de manera sistemática y obsesiva, se han dedicado a destruir la implementación de la paz. No lo estoy inventado, el Centro Democrático dice que quiere hacer trizas el acuerdo y que, si llegan al poder en el 2018, van a reversar todo.
"Es que es muy fácil pedir la confrontación militar y decir que no se puede hacer ninguna negociación sino que todo debe ser el sometimiento de los violentos"
¿Estas últimas palabras suyas también incluyen a la Corte Constitucional?
No, de ninguna manera.
Pero el último fallo no fue precisamente de defensa...
El Gobierno acató y respetó ese fallo, pero no lo compartió. La Corte exageró la teoría de la sustitución de la Constitución. ¿Votar en bloque o artículo por artículo sustituye la Constitución? ¿Tener el aval del Gobierno para modificar el desarrollo del acuerdo, como también se exige cuando se tramita el presupuesto o el plan de desarrollo, es sustitución de la Constitución? Se equivocó la Corte en esa decisión, pero nunca diría que es enemiga de la paz.
¿Usted cree en la gran fortaleza política del expresidente Uribe?
Tiene fortaleza política.
¿Si las elecciones fueran mañana, él impondría su candidato presidencial?
No estoy tan seguro. Sin duda, Uribe representa un sector de la sociedad colombiana fuerte pero minoritario. Por eso hay que unir muchos esfuerzos, hoy dispersos, para defender al país en paz; no para caer en la polarización de Santos-Uribe, no para atacar a nadie, no para atravesársele a nadie; para defender lo que tenemos que construir como país en paz. Somos muchísimos los colombianos que no compartimos la visión de país que él tiene.
¿Quién defenderá la reforma que usted dejó en el Congreso para eliminar el voto preferente e imponer la lista cerrada?
El Gobierno y el propio Presidente. El voto preferente, combinado con la circunscripción nacional, es lo peor que le ha pasado a la democracia colombiana. Es lo que generó costos exorbitantes en las campañas, la corrupción, y ese matrimonio perverso de la contratación estatal y la financiación de las campañas que llevó a que dirigentes sin formación política, sin trayectoria, se lanzaran al Senado y, con un fajo de billetes, obtuvieran su curul. Eso deslegitimó mucho la política.
Es indispensable avanzar hacia la lista cerrada, con democracia interna, para que los partidos tengan una mayor identidad política e ideológica, y se pueda evitar la anarquía. Eso lo logra la lista cerrada, que además permite ejercer más control y vigilancia sobre la financiación de campañas.
Los críticos de los acuerdos de paz han dicho que no se oponen a la paz, sino a las que consideran excesivas concesiones a la guerrilla. ¿Las hubo?
Aquí no se entregó el modelo económico del país, no se puso en cuestionamiento el concepto de la propiedad privada, no se entregaron las instituciones; se planteó una reforma en el campo colombiano para mejorar las condiciones del campesino. Yo pregunto: ¿formalizar 7 millones de hectáreas a los campesinos de este país, entregarles títulos, es una concesión a las Farc? ¿Distribuir 3 millones de hectáreas de tierra a los campesinos que no la tienen es concesión a las Farc?
No me refiero a los acuerdos en general sino a las denuncias de impunidad...
Ese es el debate aquí y en cualquier proceso de paz en el mundo entero. Usted traza una línea y siempre habrá quienes están diciendo que se privilegió la paz frente a la justicia. En mi concepto, acabar con un conflicto de 52 años con las Farc -garantizando que haya verdad, reparación a las víctimas y, sobre todo, la no repetición; que no haya impunidad para los crímenes de guerra y que haya una restricción efectiva de la libertad, como la que está contemplada entre cinco y ocho años- no es una concesión excesiva. Las afirmaciones de la oposición son un discurso político sin ninguna base porque aquí no hubo amnistías generalizadas.
Pero sí se acordaron amnistías...
No hay amnistía para crímenes de guerra o delitos de lesa humanidad, que es lo que está prohibido por los tribunales internacionales. Aquí cada individuo de las Farc tendrá que ir ante la justicia especial para la paz, y quienes hayan cometido crímenes de guerra podrán acceder a las penas alternativas, pero tienen que contar toda la verdad, pedir perdón, reparar a sus víctimas y, obviamente, comprometerse con la no repetición. Además, van a tener una restricción de la libertad entre cinco y ocho años. ¿Que algunos hubieran querido cadena perpetua o 40 años de prisión? Es absolutamente lógico que algunas víctimas lo sientan así. Eso pasa en todos los procesos de paz del mundo, pero yo sí creo que vale la pena la justicia especial para la paz y sacrificar algo de justicia. Siempre hay que sacrificar algo de justicia para alcanzar la paz.
Regresando a sus planes, ¿usted tiene afán de ser candidato presidencial?
Tengo afán de participar de una enorme coalición social, ciudadana y política que defienda la paz y su implementación, y que defienda una verdadera transformación en las condiciones de vida de la gente que durante 52 años ha padecido el conflicto.
¿No le da temor enfrentarse a un caudillo político como lo es Álvaro Uribe?
No me dio temor enfrentarlo cuando fue Presidente ocho años y le hice oposición radical. No he tenido temor cuando he tenido que debatir con él en el Congreso y no le tengo temor a hacerlo desde la calle, siempre dentro del respeto que ha caracterizado mi relación con él.
¿Se va inmediatamente al exterior a descansar?
No, yo no tengo derecho al descanso.
¿Y por dónde va a arrancar?
Posiblemente, por Cauca y Nariño, una maravilla de tierra, con gente azotada por el conflicto, con los indígenas, con los afros, con las víctimas del conflicto. Lo importante es que la paz se debe construir desde el territorio y no desde un escritorio en Bogotá. Solo profundizando la autonomía y la descentralización territorial podemos consolidar una paz estable y duradera en el país.
¿Cómo hizo para convencer finalmente al presidente Santos de que aceptara su renuncia?
El Presidente lo ha dicho muchas veces, la paz es de los colombianos y nos costó 52 años y millones de víctimas acabar con el conflicto armado. Yo no estoy pensando en candidaturas sino en luchar por este país que no aguanta más violencia, más confrontación, más guerra, más víctimas. Este país necesita una alta dosis de reconciliación para cicatrizar heridas. Pero le confieso que esta fue la decisión más difícil y dura de toda mi vida.
En julio, en su convención nacional, seguramente el Partido Liberal aclamará a César Gaviria como su jefe único. ¿Qué le parece Gaviria como jefe único?
Me parece conveniente para el partido su jefatura. Es un dirigente muy importante para el país, con vocación, con capacidad de lucha. Su elección sería muy positiva para el país y el partido.
Juan Manuel Santos
Liderazgo y paz.
Álvaro Uribe
Liderazgo y guerra.
César Gaviria
Inclusión y modernidad.
Germán Vargas Lleras
Buen Vicepresidente.
Humberto de la Calle
Seriedad y progresismo.
Juan Carlos Pinzón
Disciplina.
Gustavo Petro
Izquierda.
Timochenko
Se atrevió.
Gabino
No se ha atrevido.
Juan Manuel Galán
Trabajador juicioso.
Luis Alfredo Ramos
Carta uribista.
Iván Duque
Buen senador.
Alejandro Ordóñez
Retroceso.
Claudia López
Coraje.
Clara López
Equidad.
Antonio Navarro
Combatiente.
Sergio Fajardo
Buen gobernador.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO