Por fin, el continente americano –Estados Unidos y Canadá incluidos– se ha puesto de acuerdo en que es necesaria una política diferente a la sola represión y el encarcelamiento para enfrentar el problema de las drogas ilícitas, tanto en el campo del consumo como en el del narcotráfico.
Bien lo dice la canciller María Ángela Holguín. “Aunque pase inadvertido”, se han abierto las puertas a una nueva política consensuada. La misma canciller destaca que la OEA “rompe el tabú” y acepta que con la actual política “no se ha ganado la batalla”.
El primer gran grito sobre el fracaso de la política de represión y la necesidad de darle al problema del consumo de droga un tratamiento de enfermedad y no de delito lo dieron en un documento hace 6 años los expresidentes César Gaviria, de Colombia; Ernesto Zedillo, de México, y Fernando Henrique Cardoso, de Brasil.
(Los tres estadistas, en otro documento que expidieron hace dos semanas y que EL TIEMPO destacó, hicieron énfasis en que los Estados tienen que tomar control del mercado de las drogas ilícitas. No se habla de legalización, sino de regulación. No es política de liberalidad, sino de control.)
En esta entrevista, la canciller Holguín explica los alcances de la histórica resolución que la asamblea extraordinaria de la OEA, reunida hasta este sábado en Guatemala, expidió sobre el asunto.
El diálogo se inicia con las gestiones que el presidente Juan M. Santos realiza ya en Nueva York sobre la paz y sobre los planteamientos que el mandatario hará el próximo jueves ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
¿Cuál será el mensaje del presidente Santos en la Asamblea de la ONU?
Se referirá a los avances alcanzados en el proceso de paz. Mientras en nuestro país abrimos espacio al diálogo y a la reconciliación, vemos preocupados complejos escenarios de violencia y terrorismo en distintas regiones del mundo. Reiterará la importancia de trabajar unos objetivos de desarrollo sostenible (ODS) ambiciosos y universales como fundamento de la Agenda de Desarrollo del Post-2015. Creemos que ellos serán fundamentales para continuar y profundizar las políticas de erradicación de la pobreza y la búsqueda de equidad.
Acaba de terminar la reunión extraordinaria de cancilleres en Guatemala sobre drogas. ¿Qué logros hubo?
Un logro muy significativo, que a veces pasa inadvertido, es precisamente eso: poder hablar y discutir sobre la política de lucha contra el problema mundial de las drogas a nivel hemisférico. Anteriormente, y durante 60 años, ese debate no se hizo. No habíamos tenido una discusión real ni una evaluación objetiva. Solo consenso sobre políticas represivas. Ahora hay más apertura para entender diferentes formas de responder al problema y buscar consensos universales que nos permitan ser más efectivos en el desmantelamiento de las fuentes de financiación de las organizaciones del crimen transnacional. Hemos abierto el debate entre los Estados, tanto en las Naciones Unidas como en la OEA, respecto de la efectividad de las políticas de drogas porque, pese a todo lo que se ha hecho y a que hemos derrotado a los grandes carteles del narcotráfico en algunos lugares del mundo, el problema no se ha resuelto. El consumo, en vez de disminuir, aumenta, y el tráfico continúa y traslada la violencia de un país a otro.
Pero perdóneme que le insista: ¿cuál es la novedad?
Una nueva perspectiva, que se basa en un enfoque en salud con prevención y en rehabilitación. Una nueva perspectiva judicial en aras de fortalecer las instituciones, pero buscando también alternativas al encarcelamiento para las poblaciones más vulnerables, como los jóvenes y las mujeres utilizados como correos humanos. Al mismo tiempo, actualización de las legislaciones, buscando la proporcionalidad de las penas para delitos menores. Una nueva perspectiva de cooperación, que debe llevar a un consenso mundial en el 2016. Mediante la resolución aprobada en la OEA se rompe el tabú y se abre la reflexión universal para considerar estos y otros nuevos enfoques. Además, es novedad que se haya aprobado en la OEA una resolución en la que se acepta que no se ha ganado la batalla, que el problema continúa y en algunos países se ha complicado más, que tenemos que abrirnos a nuevos enfoques para abordar este fenómeno de una manera integral.
¿Qué implica que todos, incluido Estados Unidos, estén unidos frente a este tema?
Las negociaciones en la OEA no fueron nada fáciles. Durante varios meses se discutió punto tras punto, párrafo tras párrafo y se lograron fórmulas que permitieron el consenso. El hecho de que todos estemos unidos significa que podemos llegar fortalecidos a los debates de la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU en el 2016 y presionar para llegar a acuerdos que nos permitan ser más efectivos en esta lucha, y que logremos tener una voz en el hemisferio. Unidos significa que, con cooperación internacional, podremos doblegar este crimen. Una de las grandes conclusiones es la de más cooperación y trabajar de manera conjunta en todos los frentes. Queremos mirar nuevos escenarios que nos permitan tener políticas efectivas. Ver qué ha fallado y ver cómo, con algunos cambios realizados con los demás países de la comunidad internacional, podemos tener mayor efectividad en esta lucha, que tiene muchas dimensiones y no tiene respuestas fáciles.
¿Todos los cancilleres aceptan la propuesta del grupo de los expresidentes Gaviria, Cardoso y Zedillo de que se trate el consumo como enfermedad y no como delito?
No todos aceptan que el consumo no sea delito. Pero se logró una fórmula para que los países que estén en capacidad y cuenten con la voluntad puedan buscar alternativas al encarcelamiento. Los que no están de acuerdo no harán nada. Este tema, como todos en este debate, está en discusión. Hay muchos puntos de vista. Además, no tenemos suficiente información sobre problemas de salud, especialmente en drogas nuevas y sintéticas. Hay muchos tipos de drogas y no se podrá tomar una decisión genérica en un asunto tan complejo cuando vemos cómo el uso de las drogas afecta a nuestros jóvenes, las familias y las comunidades. Hablar en general es fácil, pero cuando le ponemos nombre propio al tema entran en consideración muchos otros factores.
Hay quienes dicen que una política distinta de la represión implicaría bajar la guardia en la lucha contra el narcotráfico. ¿Qué opina?
En ningún momento se ha pensado abandonar la lucha contra el narcotráfico. El proceso de reflexión y análisis que se inició en la Cumbre de Cartagena del 2012 lo que ha buscado es mirar escenarios para que nuestra lucha sea más efectiva. El primer acuerdo al que llegamos en la OEA consiste en que profundizaremos la cooperación para combatir el narcotráfico. Hay que reconocer qué ha fallado y proponer estrategias que permitan acabar con el problema. Es que, entre otras cosas, las autoridades de policía y de justicia están persiguiendo por igual a los pequeños traficantes, a los pequeños cultivadores, a los consumidores. Esto resta fuerzas para enfrentar mejor a los grandes carteles.
Pero los avances que usted menciona son solamente los relacionados con la decisión de adoptar una nueva política…
Eso es mucho si se tiene en cuenta que las políticas de drogas se habían convertido en un tabú, que no se podía discutir, ni tocar y, menos, cambiar. Desde el primer día, Colombia dijo que debíamos pensar en escenarios que nos permitieran cumplir con el objetivo de erradicar el delito del narcotráfico y sus conexiones. También dijimos que este cambio de estrategia debía ser producto de un consenso universal, pues nada sacamos haciendo cosas en unos países si los demás no cambian. Por eso, esta decisión de mirar escenarios, que ahora parece evidente y obvia, no lo era hace dos años, cuando lanzamos el debate.
¿La resolución qué supone?
La resolución parte del supuesto de dar libertad a los países para probar opciones, cumpliendo sus compromisos en drogas y en derechos humanos, y que hay más de un camino para enfrentar el tema.
¿Hay unidad total en que el hemisferio debe adoptar una nueva política para combatir el consumo de drogas?
Es clave que América haya dado señal de unidad, de capacidad de diálogo constructivo, porque eso nos permite una posición concertada en algunos temas, más aún teniendo en cuenta que en el 2016 se hará una sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas, dedicada a las drogas. Estamos desarrollando una agenda muy activa de alianzas con países de otras latitudes a fin de identificar propuestas que ojalá nos lleven a consensos globales.
¿Todo esto podría llevar a descriminalizar el consumo?
Decir eso es prematuro todavía. No podemos adelantarnos al debate. Este nos dirá por dónde irán los grandes consensos, para tomar decisiones universales. Hay que mirar todas las aristas de las políticas con respecto al consumo. Cuando se trata de jóvenes o de personas que han caído en ese mundo, debemos ser cuidadosos y responsables. Las políticas generales afectan la vida de personas y familias. Por eso debemos tener toda la información necesaria, conocer bien los impactos antes de apresurarnos a ir por un camino o por otro. Los jóvenes que caen en el mundo de la droga deben ser cuidados y rehabilitados con atención social y familiar. No podemos perderlos en los precarios sistemas carcelarios de las Américas, donde terminarían probablemente consumiendo más e incurriendo en otros delitos. En este caso debe haber rehabilitación antes que criminalización.
No se trata de legalizar el consumo. ¿O sí?
Reitero: por ahora debemos conocer bien las implicaciones de cualquier medida en nuestra sociedad, para no equivocarnos. De ahí la necesidad de estudiar alternativas que nos permitan obtener mayores resultados.
¿Alternativas como cuáles?
Como concentrarnos en la gran delincuencia y no tratar toda la cadena de las drogas con la misma respuesta. Alternativas que bien pueden comenzar con la educación de los jóvenes sobre esta problemática. También debemos buscar alternativas más efectivas de lucha contra las mafias y la delincuencia organizada, cooperar más entre los países.
Al margen del tema de las drogas, ¿qué encuentros bilaterales tendrá el presidente Santos en el marco de la Asamblea General de la ONU?
Tendrá reuniones con muchos presidentes, en las cuales abordará prioritariamente el tema de la paz, del diálogo que se ha dado en Cuba y las perspectivas que tiene el país si se logra un acuerdo de paz. Se verá con los primeros ministros de Países Bajos, Italia, Finlandia, Dinamarca y Bulgaria. Se reunirá con los presidentes de Chile y Sri Lanka, país que vive un posconflicto.
¿Pedirá ayuda económica externa para el posconflicto?
Por ahora, el Gobierno define detalles de sus necesidades en el posconflicto y, cuando esté listo, decidirá el camino de acción frente a la cooperación internacional. La comunidad internacional ha expresado su voluntad de apoyar el proceso y un posible escenario de posconflicto, y el Presidente reiterará su agradecimiento por este respaldo. Una vez definidas las prioridades, se acudirá a la cooperación internacional.
Estado Islámico
EE. UU. reunirá a 40 países para enfrentar al Estado Islámico (EI). ¿Colombia está dispuesta a estar allí?
Hemos condenado las acciones del EI y todas las formas de terrorismo. EE. UU. sólo ha convocado a países de Medio Oriente y Europa, que tienen recursos y experiencia en combatir el extremismo violento. En particular, los países europeos se ven tan afectados como EE. UU. y Australia por la presencia de terroristas con nacionalidades europeas en filas del EI.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO