Desde mañana la cristiandad conmemora la muerte de Jesús de Nazaret. La Iglesia católica ha transmitido a través de los siglos su palabra y su enseñanza. En Colombia, monseñor Luis José Rueda es el máximo conductor de esa iglesia, como arzobispo de Bogotá y primado de Colombia.
Pocos hombres como él han recorrido el país y han conocido tanto como él la demoledora realidad de miles y miles de colombianos que huyen de la muerte, del abandono, del hambre. Monseñor Rueda es de Santander. Luchador. Franco. Sacerdote peregrino. Y pocos como él tienen el valor de denunciar las "cosas que nos golpean".
"Vivimos -dice- momentos de luces y sombras, de esperanza y de incertidumbres. Quisiera iniciar diciendo, en clave de Pascua, que el país ha avanzado en la reflexión sobre el desafío de la pérdida de humanidad que nos golpea. Veo más voces y grupos que elevan un clamor por el respeto a la vida y para que se rompa la indiferencia. Escucho a numerosas organizaciones que están construyendo un proyecto de país incluyente. La pandemia ha sensibilizado sobre la urgencia de revisar nuestro estilo de desarrollo. Por otro lado, percibo con tristeza la sombra de la muerte que se cierne sobre tantas regiones y comunidades amenazadas, confinadas, desplazadas.Igualmente, la sombra de una crisis social y económica de grandes magnitudes que tomará tiempo en despejarse y que requiere un compromiso político al servicio del bien común, menos polarizaciones, menos polémicas estériles y más compromiso en unidad por un proyecto común de nación. Jesús de Nazaret nos enseña: 'El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos'. En Colombia necesitamos una política que asuma un proyecto común de nación en el presente y mirando el futuro, es decir, que piense en el bien común a largo plazo".
Todos los índices que revela el Dane son preocupantes en cuanto al crecimiento de la pobreza. ¿Qué debería hacer el Estado para aliviar esa situación?
Es hora de analizar con detenimiento la profunda inequidad existente en Colombia. Entre nosotros conviven la pobreza extrema con la riqueza extrema, con un factor agravante que es la generalización de la indiferencia. Escuchar a Cristo en la cruz nos lleva a escuchar el grito de los pobres, en las ciudades y en las periferias empobrecidas de nuestra geografía nacional. Ciertamente, medidas de emergencia son necesarias para paliar la situación que viven numerosas familias. Sin embargo, hay que ir más lejos con la reflexión y más profundo en la acción, esta situación de pobreza se ha venido incrementando con la pandemia. Es importante mencionar que ya afectaba a millones de colombianos antes de la pandemia y la llegada del covid ha hecho que muchos más colombianos estén en la pobreza extrema.
El Estado colombiano viene trabajando con los apoyos a los más necesitados. Sin embargo, esto no es suficiente, se hace necesario tener condiciones que permitan reactivar la economía con el fin de poder generar empleos que les permitan a las familias tener lo necesario para responder a las necesidades básicas.
La situación es tan grave que muchos hogares de bajos estratos sociales han tenido que eliminar alguna de sus comidas...
En un país con tantas riquezas, no obstante, constatamos con dolor el drama del hambre, de la desnutrición, de la pérdida de soberanía alimentaria. Parafraseando al papa Francisco ante la FAO, debo decir que en Colombia el hambre es una tragedia creciente, es una vergüenza, es un enemigo devastador de los más pobres, es un pecado social, es un tema que requiere soluciones urgentes y sostenibles, acciones concretas que conduzcan al desarrollo rural integral.
"Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber". Hoy hay que decir claramente que el hambre marca la existencia de grupos cada vez más numerosos
Menos corrupción y más atención concreta al campesinado productor de comida. Dice el Señor: "Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber". Hoy hay que decir claramente que el hambre marca la existencia de grupos cada vez más numerosos.
¿Por qué no crear más organizaciones como el Banco de Alimentos?
Hemos aumentado significativamente el número de toneladas de alimentos que entrega el Banco de Alimentos. La Pastoral Social, por su lado, ha asumido la tarea de garantizar la seguridad alimentaria en tantas regiones del país. Hemos encontrado mucha solidaridad, pero el hambre no da espera, se está agudizando, se requieren soluciones estructurales. Garantizar el derecho a la alimentación debe ser una prioridad.
Para lograrlo se requiere una focalización adecuada, capaz de responder a los más necesitados. Esto debería ir de la mano con otras decisiones que permitan vivir con dignidad a los que lo han perdido todo. Considero que esto no es imposible, más bien es un imperativo de la realidad actual.
El Gobierno anuncia reforma tributaria. ¿Le parece oportuno presentarla ahora, en el peor momento de crisis social?
Entendemos que en este tiempo el Estado necesita recursos para responder a la pandemia. Sin embargo, con la actual crisis social, muchas personas han tenido que restringir la alimentación, no sé si es oportuno este momento. Si se presenta esta reforma, es importante que sea progresiva y con un ejercicio muy fuerte de pedagogía y claridad sobre cómo funciona, y además con la certeza de que no afecte a los más vulnerables. Que los sectores más pudientes asuman solidariamente la tarea de contribuir mucho más. Por otra parte, si todos trabajáramos por disminuir los niveles de corrupción, los recursos alcanzarían para responder a las necesidades de todos.
¿Qué hacer para que los estratos con pocos recursos puedan soportar el reajuste de precios que vendrá con el alza en el IVA?
El IVA es un impuesto que garantiza ingresos muy importantes al fisco. No soy un técnico en asuntos fiscales. Desde el punto de vista ético me hago preguntas sobre la pertinencia de ampliación de productos afectados por el IVA, y sobre todo me pregunto si una reforma de este tipo no termina haciendo más difícil el acceso a la alimentación a sectores que ya viven enormes privaciones.
Comprendo que se tenga planeado el recaudo de recursos para atender los programas sociales, pero me cuestiona el hecho de que la fórmula pueda cubrir a sectores que no cuentan con capacidad de solucionar necesidades fundamentales.
Colombia es un país pobre. Y existe una gran desigualdad social y económica. ¿Cómo disminuir esa enorme brecha?
El Estado debe fortalecer la acción en salud y educación con el fin de que permita avanzar hacia un desarrollo humano e integral. Para esto es muy importante que en las comunidades rurales se pueda gozar de estos derechos. Que como Estado tengamos la capacidad de brindar educación y salud en esas comunidades apartadas que tanto lo necesitan. Esto se debe hacer de la mano de los jóvenes, quienes son un actor indispensable para que avancemos hacia una sociedad justa.
¿Cómo ve usted la situación de los líderes cívicos, los líderes sociales?
Indudablemente que hay muchos intereses detrás de la situación que enfrentan los líderes sociales. Por mi experiencia en varias diócesis, sé que los líderes cumplen una labor muy valiosa para asegurar la presencia del Estado. Una comunidad sin líderes es una comunidad altamente vulnerable y con escasas posibilidades de crear un proyecto de vida que garantice los derechos fundamentales de todos. Atacar a los líderes sociales es atacar la democracia en su base. Tenemos que actuar como sociedad y desarrollar protección comunitaria con la participación de todos.
Y también están atentando y provocando la muerte de exmilitantes de las antiguas Farc. ¿Estamos otra vez en riesgo de regresar a la guerra?
Debemos entender que todos los seres humanos son nuestros hermanos. Algunos tomaron caminos que causaron dolor, pero todos somos hijos de Dios Padre. Debemos estar dispuestos a recibir a quienes han tomado la decisión de cambiar su camino. Para esto es muy importante que como sociedad colombiana escuchemos el llamado que nos hizo el santo padre en su visita a nuestro país, que decía: "Demos el primer paso". Es necesario que demos ese primer paso hacia la reconciliación y entendamos que todos somos hermanos. Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otro ser humano.
Atacar a líderes sociales es atacar la democracia en su base. Tenemos que actuar como sociedad y desarrollar protección comunitaria con la participación de todos
¿Será que nuestro país está condenado a no tener nunca paz?
Actualmente, la situación humanitaria en diferentes partes del país es muy difícil. Como nos mencionaron los obispos del Chocó, hay comunidades desplazadas y confinadas. Como Iglesia hacemos un llamado a la sociedad para no perder la esperanza. En medio de la difícil situación que hay en muchos territorios, también hay comunidades y territorios que vienen anunciando la paz y la reconciliación. Debemos seguir en el camino arduo de la construcción de la paz. Necesitamos mujeres y hombres artesanos de paz, necesitamos líderes en la arquitectura de la paz. Este es el camino del verdadero desarrollo.
Los desalojos son ahora un fenómeno frecuente en el país... ¿qué hacer?
Las medidas de urgencia deben enfocarse en asegurar la vida con dignidad de la población. Techo, trabajo y tierra, como nos enseñó el papa Francisco en su visita a Bolivia. Hay sectores que perdieron la capacidad de pago de sus obligaciones en vivienda y otros temas básicos. Debemos lograr una respuesta integral. Un plan de recuperación social y económica.
¿Qué hacer con los venezolanos que buscan refugio en nuestro país?
Reconocemos el valor histórico de la promulgación del Estatuto de Protección Temporal a la población migrante de Venezuela. Ese ha sido un avance muy importante. Falta su implementación. Animo al Gobierno Nacional a avanzar en esa ruta. Tenemos que pensar la migración en términos de integración, acogida, protección, fraternidad que supera las fronteras geográficas.
¿Cree usted que se debería limitar su ingreso a Colombia?
El papa Francisco nos viene insistiendo en cuatro verbos que nos pueden guiar frente a la migración, que son: acoger, proteger, promover e integrar. Insisto, todos somos hermanos, hijos de Dios Padre. La economía, la política, la cultura, la religión, todos los aspectos básicos de la humanidad deben reconstruirse en clave de fraternidad.
Hace unos días, usted encabezó una rueda de prensa en la cual los obispos del Chocó denunciaron que en esa región existe una clara "connivencia" de miembros de la Fuerza Pública con paramilitares. ¿Ya recibió alguna respuesta del Gobierno?
La mejor respuesta que espero es que miren las regiones, escuchen sus clamores y haya soluciones a problemas estructurales, que afectan a los más pobres.
¿Qué piensa cuando compañeros suyos, como el obispo de Buenaventura, monseñor Rubén Darío Jaramillo, reciben amenazas de muerte?
Me solidarizo, valoro y acompaño la misión evangelizadora del Sr. obispo de Buenaventura. Denuncio todos los atropellos contra la vida de hombres y mujeres, clamo por la reconciliación y por la solución dialogada de todos los conflictos sociales. Creo que todos los obispos en comunión con el papa Francisco, igualmente los sacerdotes y todos los ministros de la Iglesia, estamos dispuestos al martirio, ya que el anuncio del evangelio y el trabajo por el reino de vida, de justicia, de paz, de verdad y de amor lo realizamos con cruz, al estilo de Jesús.