'Bergoglio es un cardenal que puso la Iglesia en la calle'

El obispo de Fontibón, monseñor Juan Vicente Córdoba, relata la última visita a Bogotá del hoy papa.
Foto: El Tiempo
Domingo 17 de Marzo del 2013

Conoce bien a Bogotá. La visitó como monseñor Jorge Mario Bergoglio y después como cardenal de la Argentina, cuando acudía a citas de la Conferencia Episcopal Latinoamericana o del Consejo Episcopal (Celam).
En su última visita a Bogotá, hace año y medio, lo recibió monseñor Juan Vicente Córdoba, actual obispo de Fontibón y, para entonces, secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia.
Monseñor Córdoba, el único obispo jesuita del país, narra aquí sus encuentros con el nuevo pontífice. Confiesa que “nunca” le vio “pinta de papa”, especialmente por sus ideas de “confrontación”.
“Lo conocí en Buenos Aires en 1982, cuando fui a un curso y me hospedó en la Casa de San Miguel, de los jesuitas –dice–. Él era aún sacerdote. Fue provincial de los jesuitas y después obispo auxiliar de Buenos Aires. Aun como simple sacerdote, siempre tuvo cargos de responsabilidad y liderazgo. No viajé a verme con él y, sin embargo, fue muy amable anfitrión”.
¿Fue el único encuentro?
No. En Aparecida (Brasil), hace 5 años, nos encontramos en la V Conferencia General del episcopado latinoamericano. “Hermano, qué gusto”, me dijo al saludarme. Su expresión coloquial identifica bien su humildad, que la transmitía permanentemente no obstante su profunda cultura teológica y su detallado conocimiento social de Latinoamérica. Es tanta su capacidad intelectual y ejecutiva que todos los delegados le encomendamos la redacción del documento de Aparecida, que terminó convertido en uno de los textos históricos más consultados del catolicismo moderno.
¿Por que lo considera así?
Aparecida es un documento sobre la misión de la Iglesia. La compromete a defender a los más débiles. También asume la causa de contribuir a garantizar condiciones de vida digna para todos; a combatir los males que dañan o destruyen la vida, desde el aborto hasta el terrorismo. Podría ser que esos principios caractericen ahora su pontificado.
¿Él vino alguna vez a Bogotá?
Muchas. La última, hace año y medio. Se hospedó en la sede de la Conferencia Episcopal. Yo era secretario de la Conferencia. Lo recogí en el aeropuerto, para retribuir sus atenciones en Buenos Aires. Lo llevé a su habitación y luego fuimos a tomar un tinto. Él jocosamente anotó: “¡Aahh, el tintico de los colombianos!”, porque para los argentinos un tinto es un vino.
¿Y qué opinó de Bogotá?
Cuando llegó, la 26 estaba en plena construcción. Pensó que era una obra para el metro. Le dije que no teníamos metro y nuestro sistema de movilidad masiva era el TransMilenio. Se sorprendió de que no tuviéramos metro, lo que en Buenos Aires hay desde hace cien años.
¿Hizo algún reparo al atraso de Bogotá en ese sentido?
Todo lo contrario. Dijo que cada vez que venía, veía obras y obras. “Bogotá es una ciudad señorial con desarrollo urbano –comentó–. Buenos Aires tiene construcciones de estilo republicano que la hacen aparecer siempre la misma. Bogotá es siempre distinta”.
¿Qué otros comentarios hizo?
Dijo que Bogotá era una ciudad muy bonita, muy verde, tropical, alegre, elegante. Pero observó esto: “Lo que más me duele de nuestras ciudades en América Latina es que detrás de la belleza haya tantos pobres y tantas dificultades sociales”.
¿Usted diría que el papa es sinónimo de argentino?
Es sinónimo de argentino en el amor a su patria y su devoción por el fútbol, que para ellos es identidad de patria. Una patria que acogió a inmigrantes pobres que venían de Europa, especialmente de Italia, como los padres de él.
¿Y en qué no es argentino?
Pues, si los argentinos son vanidosos, como dicen, él no lo es. El argentino es expresivo; él no lo es. Los argentinos son de una simpatía exuberante; él es un hombre más bien adusto, serio. Categórico.
¿Por qué no vivía en el palacio arzobispal en Buenos Aires?
Nunca quiso vivir allí, sino en una casa modesta en un barrio de clase media baja en Buenos Aires. Lo hizo por compromiso con los pobres. Utilizaba todos los días, como arzobispo, el metro y el bus alimentador. No quiso chofer con carro.
¿Es muy conservador o muy progresista?
Es un poco conservador en principios y en doctrina cristiana, pero de avanzada en su compromiso social con los marginados.
¿Usted le vio pinta de papa?
No. Es una persona de mucha confrontación y llega, inclusive, con su manera de hablar clara, a tener encuentros recios, como le ocurrió con los Kirchner. Pensé que a los cardenales no los atraería una persona así. Además era muy flaco, y esa no es la imagen exterior tradicional de los papas. Ahora tiene más peso, y me sorprendió, porque es muy reciente. Tenía un rostro muy angulado, que le daba identidad de riguroso. Al llenársele la cara, su rostro ahora es de bondad.
¿Por qué dice usted que era ‘de confrontación’?
Porque siempre está defendiendo principios y valores que son atacados: la vida, la familia, los marginados.
¿Cuáles son los principios que defiende sobre la vida?
Opina que la vida debe ser defendida desde la concepción hasta la muerte natural. Se opone radicalmente a la eutanasia y al aborto. Sostiene que la vida le pertenece a todo embrión humano, con argumentos de pura ley natural, de ética. Ni siquiera nombra el Génesis.
Fue famosa su oposición en la Argentina al matrimonio gay...
Es radical defensor de la familia, compuesta por hombre y mujer, y por el fruto de ese amor, que son los hijos.
¿Y frente a los homosexuales, que también son hijos de Dios, qué opina?
Que merecen todos los derechos y que puedan tener unión de parejas. Pero, él lo dice, sin llamar a esa unión ni familia ni matrimonio. Recuerde que matrimonio viene de la palabra ‘matriz’, que en latín significa “generador de vida”.
Supongo que cuando Francisco asuma irán todos los obispos jesuitas del mundo.
Sí, encabezados por nuestro superior, el padre Adolfo Nicolás. Es español. Yo iré porque, además de ser su amigo, él es jesuita y yo soy, dentro del grupo de 90 obispos que tiene Colombia, el único jesuita.
¿Por qué ustedes los jesuitas tienen cuatro votos?
Porque, además de obediencia, pobreza, castidad, tenemos obediencia al papa.
Pero los jesuitas tienen ‘papa negro’.
El ‘papa negro’ es el general de los jesuitas. Lo llaman así por la sotana negra y, como la Compañía de Jesús se ha destacado tanto en liderazgo en la Iglesia, se dice que el superior jesuita tiene casi tanto poder como el papa.
¿Por qué cree que ingresó a la Compañía de Jesús?
Él estudió química antes de entrar a la Compañía. Se graduó y sintió entonces el llamado de Dios. San Ignacio de Loyola y san Francisco Javier, nuestros fundadores, fueron símbolo de disciplina y rigor.
Pero entonces entró al seminario tardísimo...
Sí. Se ordenó a los 30 años, después de estudiar química. En la Compañía estudió literatura, filosofía y teología, psicología. Fue profesor de literatura, psicología e historia. Es un hombre de vasta cultura.
¿Le pedirá repetir sus visitas a Bogotá?
Eso haré. Le diré que le tengo otro paseíto por la nueva 26, digna puerta de oro de Bogotá pero a la que, desgraciadamente, aún le falta el tramo de TransMilenio hasta Eldorado. Él me dijo, como obispo, que cuando volviera a Bogotá quería utilizar ese “metro de los pobres”.
¿Y cómo lo saludará?
Como mi hermano.
YAMID AMAT 
Especial para EL TIEMPO