La corrupción, no la guerra, es hoy el peor enemigo del país. La cultura de la corrupción es la plaga que carcome los cimientos de la Nación. La enorme desconfianza ciudadana en la justicia alimenta el populismo y el autoritarismo.
Procurador Carrillo, ¿cuánto vale la corrupción?
Nadie en Colombia tiene una cifra exacta del monto de dinero comprometido en casos de corrupción. Se calcula entre 20 y 40 billones de pesos. Cualquier cifra es escandalosa. Cada peso que le roban al Estado es un robo a todos los colombianos. Si no paramos el desangre del Estado y no detenemos la cultura de la corrupción, que permea todos los sectores, este país resultará inviable.
Estamos superando más de 52 años de guerra, es ahora cuando debemos combatir con mayor fuerza, coordinados y unidos, el vergonzante cáncer de la corrupción. Estamos ganándoles la guerra a los violentos y la estamos perdiendo contra la corrupción.
¿Cuál es el sector más afectado por la corrupción?
Por desgracia, la corrupción en el sistema de salud es la más dramática porque les cuesta la vida a miles de personas y mantiene en la enfermedad a millones, violando su derecho a la salud. Pero en el caso de la contratación oficial de obras de infraestructura, estamos viendo cómo los megacontratos terminan en megachanchullos. Las multinacionales del crimen tienen grandes tentáculos y conocen a la perfección las vías para saquear al Estado. Odebrecht es el nuevo nombre de la corrupción, pero existen muchos más, como Reficar, los Nule y otros tantos que lastiman gravemente la confianza en la justicia y la democracia.
(Vea el escalafón del riesgo de corrupción en Colombia)
¿De qué manera combatir la corrupción?
Vencer la corrupción es una tarea titánica, que exige la unidad de la sociedad para construir una cultura de transparencia y defensa de lo ético. Existe la percepción de que no hay un solo sector de la economía en donde no haga metástasis la corrupción.
Esta es mi fórmula para vencer la corrupción: más justicia, democracia, desarrollo y transparencia. Tenemos que demostrar que ser pillo no paga. Pero la sanción judicial debe ir acompañada de una fuerte sanción social. Aquí, ser corrupto no tiene por qué dar estatus. La cultura del más vivo, del dinero fácil, del 'usted no sabe quién soy yo', tiene que acabarse. Y la tarea debe comenzar en la familia, la escuela y la sociedad.
¿Se deberían cancelar todos los contratos con Odebrecht?
No podemos premiar la corrupción con más contratos. La inmoralidad de Odebrecht no puede navegar por un río de impunidad. La sociedad no puede tolerar que su infraestructura la hagan firmas que han defraudado al Estado. Para ello hay vías jurídicas que hacen prevalecer el interés general, para defender la moralidad y los bienes públicos y sustituir al contratista corrupto.
En todas partes se ha obligado a Odebrecht a devolver e indemnizar...
Vamos a actuar con todo el rigor para que ello ocurra. Colombia no será territorio libre para la corrupción transnacional.
¿La corrupción está ubicada más en las regiones?
La corrupción es una pandemia que no tiene fronteras geográficas ni respeta credenciales políticas. La Procuraduría es vigilante para que los recursos del Estado sean invertidos con eficiencia y pulcritud.
¿Hasta dónde están comprometidos sectores privados con la corrupción?
La corrupción no es patrimonio del sector público. Muchos grandes delincuentes son 'gente de bien', formada en las mejores universidades del mundo, que gerencian multinacionales. Mire el caso de la firma Odebrecht. En todos los casos participa o se ve comprometido un agente particular. La corrupción es de doble vía: el funcionario que actúa mal y el particular que lo motiva, impulsa o determina a ello, obteniendo ganancias. Ello no quiere decir que todos los servidores públicos obren inadecuadamente o que toda la empresa privada actúa de la misma forma.
¿Es partidario de que las campañas electorales solo reciban financiación del Estado, como lo ha planteado el presidente Santos?
La modernización del sistema electoral y el fortalecimiento de la democracia pasan por la financiación estatal de las campañas políticas. Es un viejo anhelo que ningún particular compre favores del Estado financiando campañas. Los ejemplos fatales de ese maridaje están por todos lados. Hay que hacer que las elecciones sean una lucha de ideas y no una guerra de chequeras.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO